Lo que existe pero a menudo no se ve

Lo que existe pero a menudo no se ve

Tener buena salud mental no presupone que siempre estemos felices ni que vivamos únicamente experiencias positivas.

 

No nos damos cuenta de su presencia hasta que no está allí, a nuestro lado, mirándonos de soslayo con ojillos atribulados. De manera casi imperceptible, con quizás un punto de timidez y sin generar demasiado ruido, casi a hurtadillas, se acerca a nosotros poco a poco hasta que por fin nos dirige la palabra. Luego nos preguntaremos por qué nos eligió entre tanta gente, por qué la inquietud de su alma intranquila decidió que, entre la multitud, íbamos a ser nosotros los elegidos para confiarnos parte de sus secretos, aquellos que solo desvelas a quienes más confías.

Pero aquella tarde de sábado nos escogió, quién sabe por qué, perfectos desconocidos en un ambiente extraño para ella, y nunca sabremos si nuestro encuentro sirvió de alguna manera para aquietar sus temores y acallar los fantasmas que la persiguen desde hace tanto tiempo, o si solamente fue una conversación más entre tantas otras en tardes similares en las que sale a pasear buscando un alivio para su aparente soledad. Probablemente no fuimos nada especial y, aunque lo hayamos sido, nunca lo sabremos.

Al despedirnos de ella, fue inevitable comentar la situación que acabábamos de vivir y, cómo no, surgió el tema del problema que la salud mental supone en nuestra sociedad y cómo, desde nuestro punto de vista, a veces no se ve o, más bien, no se quiere ver. A nuestro alrededor hay multitud de seres que viven momentos duros acompañados de seguimiento profesional y otros que sufren en silencio sin estar quizás diagnosticados. En un día como hoy, 10 de octubre, en el que se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, este artículo va dedicado a ella y a todas las personas que, de alguna manera, se encuentran en situaciones de vulnerabilidad con respecto a este delicado tema. Y también dedicado a quienes se esfuerzan por visibilizarlo para luchar contra el estigma y por concienciar a la sociedad de la importancia de tenerlo en cuenta, así como a quienes trabajan para combatirlo y acompañar a las personas que lo necesitan.

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), “existe un conjunto diverso de factores individuales, familiares, comunitarios y estructurales que, en conjunto, protegen o socavan la salud mental. Aunque la mayoría de las personas son resilientes, quienes están expuestos a circunstancias adversas, como la pobreza o la falta de oportunidades, la violencia, la discapacidad y la desigualdad, corren un mayor riesgo. Entre los factores de protección y de riesgo se cuentan factores psicológicos y biológicos individuales, como las habilidades emocionales y la genética”. Al leer y analizar el significado de esta reflexión sobre la salud mental, nos damos cuenta de que cualquiera podemos llegar a pasar por algún momento más o menos amargo y más o menos prolongado en el tiempo en el que suframos algún tipo de trastorno de salud mental, por lo que es conveniente saber que estos existen y no darles la espalda, así como apoyar y acompañar a quienes lo están pasando mal cuando nosotros estamos más fuertes. Hoy por ti, mañana por mí. Quid pro quo.

Su conversación inicial no dejaba entrever nada más allá de un comentario sobre el bajo volumen de la megafonía, pero pronto sus palabras derivaron hacia detalles que hablaban sin mencionarlo de una vida llena de desesperanza y malestar. Parecía totalmente un alma perdida en busca de consuelo, lo cual no hizo sino recordarnos la importancia de la resiliencia y la gestión saludable de emociones intensas. Sobre todo nos llamaron la atención sus dedos manchados de nicotina y la venda que, a modo de pulsera inmaculada sobre la piel de su muñeca, ocultaba algo que creímos intuir y en lo que al mirarnos coincidimos: tenía toda la pinta de una conducta de autolesión. Es más, probablemente era un indicio de alguna tentativa de suicidio en un pasado más o menos lejano. Este es otro de los temas tabú de la sociedad en la que vivimos y nos desenvolvemos en el día a día.

Nos contó que llevaba tratando estos problemas toda la vida, pero que no había conseguido nada. Evitaba utilizar la palabra terapia, no sabemos si de manera deliberada o inconsciente, y nosotros tampoco la utilizamos en ningún momento sin darnos cuenta de ello ni habernos puesto de acuerdo para no hacerlo. En su caso y según afirmaba, no había obtenido resultados, pero sabemos fehacientemente que la psicoterapia proporciona herramientas para lidiar con situaciones que comprometen y afectan al bienestar emocional de las personas y a la salud mental. Acudir a algún profesional de la psicología en momentos así es tanto o más importante que ir al médico cuando sentimos cualquier otra dolencia física. Este acompañamiento no sólo ayuda a superar situaciones de crisis, sino que puede contribuir a comprender mejor las emociones propias, a identificar patrones de comportamiento y a adquirir e interiorizar herramientas para una mejor gestión de los desafíos de la vida diaria.

Recurriendo de nuevo a la OMS, esta define la salud como un estado completo de buen estado físico, mental y social, y no con solo que una persona no tenga ninguna enfermedad. Esto nos lleva a concluir que solo cuando estos tres estados están equilibrados se puede hablar de que una persona está sana y, por tanto, goza de buena salud. Siguiendo este hilo, no podemos olvidar la importancia de gestionar las emociones de manera saludable y equilibrada para poder disfrutar del bienestar emocional que nos ayuda a sobrellevar los retos del día a día. Tener buena salud mental no presupone que siempre estemos felices ni que vivamos únicamente experiencias positivas. Como dice el refrán, la procesión va por dentro y, quien más y quien menos, atraviesa por momentos de estrés, tristeza o rabia. El primer paso para vivir una vida plena y cuidar de nuestro bienestar emocional es ser capaces de reconocer, expresar y gestionar nuestras emociones, ya sean agradables o desagradables y, por supuesto, buscar ayuda cuando sea necesario. Porque no hay salud sin salud mental.

Que no se vea no significa que no esté. Tú lo sabes, yo lo sé. Cerrar los ojos o mirar hacia otro lado porque no te toca de cerca, no hará que desaparezca. Por ello, hablemos de la salud mental de manera natural para visibilizar su existencia y que deje de ser un tabú para nuestra sociedad desarrollada. Se ha avanzado mucho en temas de salud del cuerpo, pero queda mucho por avanzar en lo mental. Aquí cabe pensar que “lo que no se nombra, no existe”, según la frase atribuida a George Steiner para referirse al lenguaje sexista, pero en este caso tiene nombre. El problema es que si lo ignoramos y no lo mencionamos, es como si no existiera. Sobre todo es fundamental dar importancia a la salud mental en la infancia y la adolescencia, ya que según el Barómetro de Opinión de UNICEF 2023-2024 referido a estas edades, son etapas cruciales para el desarrollo y consolidación de habilidades emocionales, sociales y cognitivas.

Ahora le diría más cosas de las que entonces le dije. Aquel día después de estar hablando con ella un rato, no pudimos evitar sentirnos incómodos y nos despedimos dejándola de nuevo en aquella plaza, sola a pesar de estar rodeada de tanta gente. Hoy le diría que a pesar de llevar años sufriendo y en terapia, que persevere, que a pesar de que en muchos momentos piense que no ha conseguido nada, que piense en lo mal que estaría si no lo hubiera hecho. Aunque probablemente añadir estas palabras a lo que dijimos no habría supuesto ninguna diferencia sustancial a lo que ya habíamos dicho.

Tener en cuenta situaciones de malestar y soledad que atraviesan quienes nos rodean, cuidar, apoyar y ponerse en la piel de los demás, preocuparse por cuidar la propia la salud mental, son acciones mediante las cuales estamos, en palabras de la doctora Marian Rojas Estapé, contribuyendo a la sociedad, ya que “para estar bien en una sociedad, lo primero que hace falta es estar bien con uno mismo”. Conseguir una buena salud mental está en nuestras manos, conectando con nosotros mismos primero, con quienes nos rodean y, por último, con la sociedad en general. No podemos vivir aislados de lo que está pasando, pero al mismo tiempo debemos vigilar nuestro equilibrio emocional. Hacerlo no es egoísmo, es autocuidado. Hacerlo es construir una sociedad más consciente y comprometida con el bienestar integral de sus ciudadanas y ciudadanos.

Sonia Vecino Ramos

Profesora de inglés, formadora de profesorado y doctoranda en innovación educativa.