Y se me murió el móvil. Como es costumbre en mí.
Naturalmente, justo ahora, el Tedesco Banco con el que opero, amparándose en no se qué carajo de disposición legal, me escribe exigiendo que le presente el extraviado documento antes del 10/10/24.
Y en caso de no cumplir en tiempo y forma, me amenazan con cerrar las operaciones de mi cuenta.
Traducido: Manolico, hijo, teme por el cobro de tu pensión.
Vale que sí, que igual no he leído bien y luego se aclara todo, porque -en principio- no me creo que un banco tenga potestad para retenerme lo que el mismísimo Estado me concede.
Pero mejor no me fío. No sea que me pase lo que al gato.
Descansemos hoy y mañana medraremos, me digo.
Y caigo en la piltra como la piedra en el barro.
Al día siguiente me persono en la sucursal bancaria y expongo mi caso, esperando comprensión.
¡Inocente paloma que soy!
De nada sirve que invoque la fe de vida que en enero cumplimenté con el dicho carnet, y que dieron por buena.
Ni que sea cliente desde hace una década y sepan hasta mi talla de ropa interior.
Ni que no tenga ingresos por tráfico de sustancias ilegales, estafas amatorias o contrabando de piedras de mechero.
Ni siquiera que esté hecho un viejito de mierda, desos a los que se humilla con operaciones online para acelerar su óbito.
Nada dello se admite.
O presento el DNI, o el mes que viene caca de la vaca.
Así que me pongo a buscar un apañús: agarro la tableta, me enchufo a una Güifi, y empiezo a teclear en la Página Oficial que promete darme la maldita cita previa para renovar el DNI.
Relleno todas las casillas y clico Enviar.
La paginita de marras me responde -en rojo- que no es válido el número del documento.
El que el Ministerio correspondiente me asignó en su día.
El que me identifica desde antes de tener bigote.
El número que soy.
El mío.
Yo.
Inspiro a fondo y suelto el aire lentamente, en un chorrito fino.
Repito el proceso de tecleo de datos con todo mimo.
Compruebo, recompruebo y envío.
Se repite la respuesta negativa.
Pruebo otra vez. Y otra más.
Insisto toda la tarde y siempre obtengo el mismo resultado.
No existo.
Me lo temía. Allá en el fondo me lo temía.
Pero que te lo confirme el Ministerio del Interior manda carallo.
Muito carallo.
B.S.R.
Cuando te enfrentas a tu inexistencia lloras un poco y, para desconsolarte del todo, escuchas la Lacrimosa del Réquiem mozartiano.
Manolodíaz.