Lo siento ( y 2 )

Lo siento ( y 2 )

Con la venia: lo de noexistir me intranquilizó.

 

Por eso desdormí mal aquella noche, me contradesperté traviscornao, anduve unos minutos chocando con mis propios…pies, y se me puso una leche de hormiga.

Pero todo cambió para bien, porque al vaciar mi vejiga tuve una revelación y quedó demostrada la certeza de mi presencia en este mundo.
En efecto: nadie puede hacer sonar su tirulíntíntín matinal sobre la loza del Tío Roca sin estar vivo y vigente.
Diga lo que diga el Ministerio del Interior.

Confortado y animoso por esta epifanía me dije: Manolo, sal ahí afuera y ponte a ganar este pulso.
Así que me di un pasavante, encendí el megot de la mañana y enfilé la puerta.
Pero antes de pisar la calle, quise peinarme la barba -ya que es lo único que me queda digno de peinar- para lo cual me encaré con uno de los espejos del recibidor.
Y me llevé un susto del copón.

La cincuentera Luna Pulida Cristañola no reflejaba mi cara.
Apenas se adivinaba una sombra, delicuescente, inquietante, incierta.
Me dio un brívido, y volvieron a asaltarme las dudas sobre mi realidad: ¿Qué recoño pasa aquí? ¿Porqué no me defino en el espejo? ¿Soy un nomuerto? ¿Un trasgo, un neovampiro? ¿Tiene razón el Ministerio?
Menos mal que -en un rapto de inspiración- froté una manga sobre el cristal, se abrió una brecha en el polvo que lo cubría y pude verme, atusarme la perilla, y salir a la calle bien compuesto.
Pero menudo yúyu que pasé.

Bufando aún arribé a La Ubre de Avena -famoso local de moda- para sorber un cafetupio y reflexionar.
Al poco rato y a regañadientes, tuve que concluir que el desahogo mingitorio matinal es filosóficamente incontestable, pero orinar en un cajero automático no arreglaría mi problema con el Banco.
Casi me gana el desánimo de nuevo.

Pero mira tú, que en ese momento de flaqueza, se abre la puerta del desayunadero, y me encuentro frente a mi más queridísima Exposa. Diestra en gestiones ella.
Intercambiamos besupios, nos ponemos a cafetear y, de inmediato, la muy bruja lee en mi cara que algo va mal.
Me interroga -sin opción a rodeos- y cuando le relato el asunto se pis de la ris.
Además me llama pezuño digital, hotentonto y boboesponjo.

Pero se compadece de mi y -tomando el asunto en sus manos-
me hace escribirle una relación de hechos y fechas, mientras se arrea dos Asiáticos sin pestañear.
Acto seguido consulta el listado, toma notas, aclara algún punto, me cita para dentro de tres días, y sale zumbando.

En la fecha prevista nos encontramos y me comunica que sacando partido de mis muchos junios, de mi analfabetismo digital, y de la amenaza de indigencia que me acosa, presentó el caso donde y como se debe, y me ha conseguido una cita para renovar el DNI.
Entono Hosannas y Aleluyas, y encargo dos Asiáticos para celebrar su destreza.
Se los bebe con toda soltura, la acompaño con una absentica y nos despedimos entre sonrisas y cucamonas.

Huelga decir que cumplí en tiempo y forma con los trámites ordenados por Ella, y cuatro días más tarde me hallé en posesión deI Carnet de marras.
Por cierto, con tiempo suficiente para plantarme en La Tedesca Banca dentro del horario de atención al público.
Allí, sin decirle ni mú al jenízaro bancario -que tan sobrao se mostró días atrás- me limité a enseñarle lo que más le podía joder ver. Vamos, que le sexhibí mi DNI.
Y en su ventanilla se quedó, tapiñándose una gamella de sapos cagoneros. Porque -como existo- no suspenderá mi cuenta, y cobraré la magra pensión del mes.
Asunto resuelto.

No quiero cerrar esta columnata sin agradeceros de todo corazón vuestros mensajes de ánimo, que la semana pasada me llegaron cuando más falta hacían, y fueron un bálsamo para este anciano narrador y servidor vuestro.

Pero ahora se ha suscitado un punto que me inquieta y os lo quisiera consultar, aunque comprendo que pueda importunaros.
Resulta que el 01/01/9999 es la fecha es la que expira la validez del nuevo DNI.
Y naturalmente habré de renovarlo.
Siento mucho molestaros, de verdad lo siento, pero…
¿Os parece que debería empezar a pedir cita previa?

B.S.R.
Hoy el comentario musical será el Exultate Iubilate mozartiano, en versión de Regula Mühlemann. No se me ocurre otro más apropiado.
Salud tengáis.

Manolodíaz.