
El fallo del jurado a favor de Fabra revela que en la Comunitat Valenciana es poco probable condenar a alguien del PP.
En el tórrido julio de 2012 la diputada del Partido Popular por Castellón, Andrea Fabra, gritó “que se jodan” desde el escaño que indignamente ocupaba en el Congreso cuando la oposición clamaba contra Rajoy por los recortes a los parados.
Ella, que siempre tuvo de todo por ser hija de papá, exhibió una falta de tacto y una lacerante inhumanidad que se clavaron cual dagas incandescentes en los corazones de los 5,6 millones de desempleados que había en España.
Hablo de indignidad porque indigno fue su comportamiento y porque no alcanzó el estatus de parlamentaria por su capacitación, sino por ser la hija de quien durante lustros hizo y deshizo a su antojo en esta provincia.
Ha transcurrido mucho tiempo pero es probable que el pasado jueves la hijísima volviera a gritar para sus adentros otro “que se jodan” más discreto al conocer que el jurado popular, no sé si subrayar lo de popular, absolvía a su padre de un delito de cohecho.
El jurado popular dio la sorpresa al no condenar a Carlos Fabra por cohecho a pesar de lo que dijeron durante el juicio la fiscal, una inspectora de Hacienda y sendos investigadores de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía.
Pese a todo lo que se oyó en el juicio, los integrantes del jurado no consideraron demostrado que Álex Debón pagara supuestas mordidas a Carlos Fabra, aunque éste recibió en sus cuentas personales el 10% de las cantidades que el expiloto obtenía por el patrocinio del Aeropuerto de Castellón.
Las transferencias solían realizarse pocos días después de que el deportista percibiera los distintos plazos de la ayuda.
Pero el jurado no encontró motivos para la condena a pesar de lo que dijeron la fiscal, un investigador de la Guardia Civil, otro del Cuerpo Nacional de Policía y una inspectora de Hacienda.
Una vez más ocurrió eso que piensan muchas personas de que resulta más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un dirigente del PP sea condenado en la Comunitat Valenciana.
Sé que ha habido algunas condenas, pero también muchas absoluciones sorprendentes. Y es cierto que el propio Carlos Fabra acabó condenado en 2013, pero en poco más de un año consiguió el tercer grado.
El suyo fue un proceso interminable con casi una década de instrucción, nueve jueces y cuatro fiscales finiquitado con una benévola condena por fraude fiscal. Quedaron sin sanción los delitos continuados de cohecho y tráfico de influencias de los que estaba acusado.
El expresidente del PP y de la Diputación suele salir bien parado de los procesos judiciales. En el fallo del jurado del pasado jueves encontró tanta comprensión como en 2012 en la Audiencia Provincial, cuando el juez Pin de Nules denunció supuestas presiones y pidió amparo.
En 2025 el jurado popular ha sido tan comprensivo con Fabra como en 2012 la Audiencia Provincial de Castellón, cuando el juez de Nules, Jacobo Pin, pidió amparo al Consejo General del Poder Judicial para que la sección primera dejara de perturbar su independencia imponiéndole indirectamente el sobreseimiento de la causa.
La benevolencia del jurado es llamativa, aunque puestos a ponerle un pero, quizá debería haber promovido una colecta pública para que Carlos Fabra dejé de estar tieso; no es bonito que quien fuera amo y señor de Castellón reconozca que no tiene dónde caerse muerto.
Esta circunstancia no debe ser agradable para quien tantas veces dijo “això ho pague jo”. Tampoco que el abogado de Debón lo calificara de “jeta”.
Rafa García. Periodista
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