La tarde de esta última quincena de mayo se presenta más calurosa de lo normal y el entorno, no puede ser más bucólico.
Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 2
Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 3
Ripollés: Entrevista íntima al Pintor. Capítulo 4 (final)
La puesta de sol matiza con sus finos rayos a la frondosa naturaleza de la que emergen elegantes rosales con rosas de todos los colores. Caminitos rodeados de tímidas violetas, donde no faltan los algarrobos, almendros, higueras, granados o el espectacular huerto con una muestra ejemplar de las hortalizas valencianas. Todo ello acompañado por los primeros racimos de una legendaria parra y amenizado por el murmullo de gallinas, gallos, pavos reales, cabras, asnos y los juguetones gorriones que también quieren presenciar el contorneo preciso de la mano que mueve el pincel, unas manos que se enmarañan con todo tipo de pinturas y pigmentos, las manos del artista Juan Ripollés, “Ripo”.
La escalinata se abre paso entre las violetas y nos lleva a un lugar más tranquilo. Presente en la cita asoma el último de los trabajos de Ripollés, “El Brujo y la Hembra”. Una serie de tres cuadros de grandes dimensiones que muestran la conquista del brujo hacia una hembra que está junto a su fiel perro. Ripollés, ha llevado el cuadro a un extremo que solo alguien como él puede llevar. El perro lleva en su boca una “tanga” de color verde, original y de preciosa blonda. El animal protege la prenda íntima con su canina boca. Los otros dos cuadros de la serie difieren de éste en el color de dicha prenda. Uno con la lencería de color negro y el otro con la lencería de color rojo. Las prendas se mimetizarán con el cuadro a través de técnicas que solo Ripollés conoce.
A la par que tomamos asiento, «Ripo» habla del amor. De cómo mantiene unas relaciones llenas de cariño con todas las mujeres que han sido su parejas. Relaciones que según explica, “han sido muy longevas, de 12, 14, 20 ó 25 años”.
El cariño se mantiene pero el deseo se aleja.
Así, con esa claridad, resume los cambios de su vida sentimental y abre su corazón a una entrevista que es posiblemente, la más íntima que ha concedido, a punto que está de cumplir 90 años (nació el 4 septiembre de 1932). Dadas las circunstancias que engloban esta particular charla, la entrevista se publicará en varias entregas a través de las páginas de este periódico, Castellón Diario. No se puede dejar ni una sola palabra de todas y cada una de las experiencias que “el maestro”, nos cuenta.
La primera de las preguntas es tan única como él, y su mirada con 90 años de sabiduría permanece suspendida en el aire con asombro a la vez que con cierta alegría.
-Ripo, después de tantos años atendiendo a mil y una entrevistas y contestando con mil y una respuestas; ¿Qué quieres decir, tú?
Yo lo digo en mi trabajo. Todas las personas tenemos lo íntimo y lo público. Cada uno a la medida de la vida que vive. Todos tenemos ese desdoblamiento. Lo que tengo que decir de mí, que yo necesito decir, es lo que vivo de la vida. Y es todo. Lo que pasa en un continente, lo que pasa en otro, lo que hace la creatividad a nivel universal. Eso es lo que te mueve a estar en contacto con el “qué decir universal”. Que son todos los conocimientos, desde el deportivo, el científico, el artístico, el mundo de los oficios, de todas las ciencias. Todo eso es el “qué decir universal”.
La persona tiene que estar, si está viva, en contacto con ese mundo que te rodea que es la realidad del niño.
El niño tiene una enorme curiosidad porque quiere conocer todo lo que desconoce y todo lo ve nuevo. El niño es un registrador de la vida continuamente. Los mayores no lo acaban de comprender porque están siempre censurándolo: “No toques eso, que lo romperás, no vayas por ahí que te harás daño”. Lo están siempre censurando y el niño, a pesar de todo, está siempre queriendo ver y tocar todo. Eso es el ser vivo. Después la vida lo va adaptando, lo va asustando y acaba buscando la mayor comodidad posible. Que le pasen las menos cosas posibles; un trabajo estable, una economía estable y unas amistades estables. Busca “la del perro”: comer, beber, hacer el sexo y descansar. Eso es el animalito. Pero claro, si la persona sale del animal, pues tiene muchas más preocupaciones que esas. Y ahí, ya viene el problema del ser humano, las preocupaciones. La felicidad ya es orgasmos nada más. (ríe)
-¿Deberíamos ser todos y todas un poco niños, para mantener la actitud que tu transmites en la vida, te refieres a eso?
Bueno, yo creo que sí. El ser humano no tendría que perder la niñez, no perderla. Tratar de mantenerla y eso es la curiosidad. El tener curiosidad por conocer la vida. Que la vida es, lo que te rodea y el ser humano. Porque si no, los juicios se hacen muy cortos y muy rápidos: “Ese es así, ese hace eso”. Y los juicios son muy cortos y es una perdida del respeto. Cuando se es más niño, el niño es muy curioso pero a la vez, es muy observador y el ser humano va perdiendo la curiosidad, va perdiendo el niño que lleva dentro y se hace viejo. Yo tengo un principio que digo:
Yo al viejo no le dejo que entre dentro de mí, al viejo no lo recibo. No estoy cuando me llama, que me llama como a todos los seres humanos; la vejez llama. Pues le digo: No estoy. ¿Por qué?, pues porque la vejez es la pérdida de la curiosidad, la pérdida del interés por todo aquello que no es lo exclusivamente para ti. Entonces eso te hace perder las ilusiones. Y si pierdes las ilusiones, adquieres vejez. Te vas haciendo viejo.
-En septiembre, cumples 90 años.
90, sí. Y es una gran alegría cumplir años.
-¿Cómo lo haces para estar siempre igual?
Viviendo, viviendo, viviendo, sí. En la vida, mira, yo nunca he buscado nada en la vida. No he buscado ni el dinero, ni la fama, ni el que me conozcan. Yo no he buscado nada. Me lo he ido encontrando. Yo quería ser pintor y como el nivel cultural de mi entorno era de muy bajo nivel, pues yo no sabía que había dos tipos de pintores; el pintor de brocha industrial y el pintor de brocha fina, que le llaman (ríe). Y yo quería ser pintor como todas las niñas y todos los niños, todos pintan y todos dibujan cuando son pequeñitos. Después se van haciendo mayores y cada vez, pintan menos, ¿verdad?. Pero, hay alguno que se queda y sigue pintando. Y haciendo muñequitos. Y yo, he seguido, no he salido de la niñez. Pero esto lo aprendí en el camino porque, como mi nivel de entorno cultural era muy bajo; cuando mi madre me dijo:
Ya tienes edad de trabajar.
Que, yo estoy trabajando desde que tenía 6 añitos, ya me levantaban a las seis de la mañana y me iba a recoger boñigas en un carrito que era un cajón, un cajoncito. Y me iba a recoger boñigas para hacer un montón grande y mi madre hacía trueques en aquella época del hambre de la guerra, y lo cambiaba por patatas, arroz, garbanzos… En fin, pero ese era un jornal que yo ganaba de ir recogiendo, papeles, también chatarra, que llaman. Y entonces, ¿Qué pasó? Que cuando tenía 11 años, mi madre me dijo: “Hijo, ya tienes edad de trabajar”. Para ella trabajar, no era lo que yo hacía, era un oficio. Y entonces, yo le contesté:
¡Madre, yo quiero ser pintor!
Pero yo quería ser pintor de cuadros. (Ríe) Porque tenía mucha afición como todas las niñas y los niños. Y mi madre decía:
El meu Juanito és molt bon xiquet, mi Juanito es muy buen niño, solamente es que tiene esa manía de pintar.
Mi madre eso lo veía como una manía, porque yo no jugaba a fútbol, no jugaba, no tenía amigos. No sé el porqué pero yo me encontraba muy bien, siempre que podía, el tiempo mío era, los papeles y ensuciar papeles y esto me hizo muy solitario porque no tenía amiguitos, no salía y claro, no hacía más que trabajar en lo que mi madre me pedía que eran las chatarras y las boñigas y después la afición mía. A mí, no me pidáis que juegue a algo porque no sé jugar a nada, a nada. Soy un inútil del juego, sí. Porque para mí el juego era la afición de los niños. Cuando empecé, me busqué “el pintor de casas, pintor industrial claro”. Y entonces descubrí a esa edad, que el “amo”, no era como ahora “patrón”, era el amo, el dueño. Bueno, yo le llamaba, Señor Paco, Francisco se llamaba. Y le preguntaba,
¿Cuándo pintaremos cuadros?
Y el hombre descubrió que yo tenía mucha afición a eso y un día me dijo: “Mira, Juanito, tú si quieres ser pintor tienes que ir a Valencia a la academia. ¡Oh!, eso no estaba a mi alcance. Y descubrí que había dos pintores y me dije, bueno pues, el que tengo a mi alcance es el “pintor industrial” y el otro me lo tengo que ganar yo. Y, ¿Cómo me lo gano? Pues siguiendo haciendo lo que hacía, cuando tenía tiempo libre, pues yo a pintar y después tenía la suerte de que como era pintor usaba los materiales de pintar las casas, los usaba para pintar cuadros y tenía pintura y era feliz, eso que dice la gente, ¿no?, estaba contento. (Sonríe)
Ahí empezó a nacer una nueva vida mía porque tenía la posibilidad de coger materiales de pintura para poder pintar cuadros y ahí empecé a pintar ya cuadros, a mi manera, claro. Y sigo, y sigo a mi manera, porque me he dado cuenta al transcurso de la vida, que claro, los grandes maestros históricos, no tienen títulos, son todos autodidactas, Velázquez, Goya, El Greco, todos, todos, Rembrandt, Van Gogh, está claro…Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci. Son todos autodidactas. Eran aprendices, aprendían a pintar en los talleres y se hacían pintores o escultores como Miguel Ángel. No había títulos, las academias de bellas artes, no existían. Es como la academia de hacer poetas, no existe, afortunadamente. No han inventado todavía esa asignatura de decir: ¿Usted quiere ser poeta?, Pues vamos a poner unos profesores de poesía y usted irá a clases los años que se estimen para ser poeta. Cinco años, seis, diez, quince como los pianistas. ¿No?, los músicos. O cinco o los años que sean, si los aprueba, usted será poeta. Eso, eso no es verdad. Eso no es así. La creatividad no hay nadie que la pueda enseñar.
La creatividad no se alcanza por título. Se alcanza por conocimiento, por práctica, de estar con sabios.
Pero el sabio no tiene tiempo de ser docente. El sabio es una persona que trabaja y hay que estar a su lado para que te pueda enseñar. No se dedica a dar clases. Se da una clase de cuando en cuando. Honorífica y cosas así pero, “ser profesor de oficio” como la inmensa mayoría que hace bellas artes y después son profesores de instituto, dan clases, ¿verdad? Y claro, como dan clases, apenas tienen tiempo para pintar después. (Sonríe)
-¿Qué opinas de la frase “hacer de la necesidad una virtud”? Con el tema de la creatividad, me refiero.
Bueno, dicen que la necesidad crea el órgano y el órgano crea la necesidad. Es lo mismo. ¿Cómo se ha creado el animal? Pues haciendo órganos, orgánicamente y ha construido un animalito, animalitos. A través de millones y millones de años de vida, nos hemos construido y estamos siguiendo la evolución de la construcción del ser humano. Va evolucionando, no somos lo mismo que hace 20.000 años. Somos otra cosa. Porque estamos en evolución como está la propia naturaleza.
Yo no tengo tiempo de cambiar, tengo mucha necesidad de seguir conociendo. Porque como no sabes nada, pues todo es tratar de aprender. Lo que pasa que el aprender, a la vez que aprendes olvidas. Es un camino que tiene dos velocidades. Si no aprendes, no desarrollas y aprendiendo, olvidas. No puede ser de otra manera, sino reventaríamos. Se va haciendo el conocimiento selectivo.
-Hemos echado un vistazo al pasado, a esta perspectiva que solo los años dan. Hablando de este presente, Ripo. Porque, has creado y creas, cuadros, esculturas incluso series de animación, portadas, ilustraciones para libros. En este presente, ¿Qué haces, a qué te dedicas? Porque tú, siempre estás ingeniando alguna cosa nueva.
Es que no sé, y al no saber, es como aquel que se cae y se coge a todo para no caer, se coge a todo lo que encuentra en el camino, se coge cuando se está uno despeñando porque no quiere caer, ¿no?
-¿No te acomodas en nada?
El conocimiento es así, avanza hacia lo desconocido siempre. No avanza hacia lo conocido. Cuando haces lo que ya conoces, no adelantas, no te mueves. Te mueves, cuando el conocimiento entra en una frontera desconocida.
-¿Estás en esa frontera?
A mí siempre me ha pasado, por eso no sé. El que sabe, no cae. El que sabe se queda sujeto a lo que sabe y no quiere riesgos. Y entonces, no avanza. Se queda en un estadio de la vida y ahí se queda. El que es creativo siempre avanza hacia lo desconocido y aprende de lo que no sabe. Y la gente, eso lo confunde, y la gente te dice: Oiga, ¿Y usted tiene fracasos? Y yo, que ya tengo 90 años, ya tengo una experiencia de vivir, cada uno a su manera y yo a la mía, digo:
Yo no he fracasado nunca en la vida en nada. Lo que tengo son muchas experiencias a lo que usted llama fracasos. Eso también pasa en el amor. Fracasa aquel que quiere lo que no tiene y lo quiere conseguir. Y si no lo consigue, pues, ¡ala!, un fracaso.
Yo, como no quiero otra cosa que vivir la vida como me viene. ¿Cómo la vivo? Estar despierto el mayor tiempo posible. Tanto físicamente como mentalmente, estoy siempre trabajando en mi mundo interior que es el arte en todas la expresiones. Se cree que yo sé mucho de oficio, se dice en el argot profesional que soy un “buen cocinero”, pero se equivocan. Lo que pasa es que como un niño, me atrevo, no tengo miedo, he perdido el miedo. Y me atrevo a hacer todo lo que se me ocurre. No sé si lo hago bien o no, pero lo hago. Es lo único que me importa. Si tengo la ilusión de hacer un caballo, a mí lo que me importa es hacer mi caballo. No el caballo del otro. Me gusta preguntar a personas que no sean cultas en arte y les pregunto qué animal ven y normalmente me dicen, “no veo nada”, y luego acaban diciendo que ven un animal y finalmente me dicen pues veo un perro, que en verdad es un perro. Es la falta de seguridad. Una persona muy culta está contaminada y empieza a hacer juicios. Tiene que ver mi perro en otro conocimiento, no en el aprendido. No ven una persona, ven un animal que es lo que me sirve y me vale.
Hay muchas personas que son animales vestidos de humanos. Hacen vida aparentemente de humanos pero son animales.
No te das cuenta y la vida es un espejo. La vida te va enseñando, vas cambiando con la edad, te va cambiando el color del pelo y se van manifestando las etapas. Pero hace falta una transición de tiempo para que se manifieste un tiempo tuyo. En el trabajo, si no trabajas por conocimiento aprendido, vas evolucionando. Porque vas hacia lo desconocido y si no, te quedas igual. En Paris, vi a un poeta amigo mío, muerto. Estaba embalsamado. Parecía que dormía. Lo habían embalsamado porque tenían que llevarlo en un viaje largo a su país. Pues eso es lo que pasa con las artes, que no son artes, son el arte que vive dentro del arte convertido en oficio. Y así, sí que están las academias para decirte que está bien hecho o no. Pero cuando hay creación, tiene que pasar el tiempo para decir si está bien o está mal, porque es un conocimiento nuevo.
-Pero Ripo, este no es tu caso. Has estado con exposiciones a lo largo y ancho de los continentes, eres historia viva.
Sí, he estado en el mundo del arte sí, pero a mí eso no me preocupa. Todos somos historia viva. Uno cuando vive es historia. Va haciendo historia, con la vida que hace, es historia.
-Tú además, puedes presumir de ser profeta en tu tierra.
Bueno, es que a mí me quieren mucho las niñas y los niños. Por eso me vienen tantos colegios. Yo los necesito a los niños. No por romanticismos sino para vivir yo. De las 24 horas, duermo muy poco, solo duermo 4 horas por ley natural. La persona que duerme a mi lado, aunque duermo también muchas veces solo pero, me gusta dormir acompañado, me dice:
Tú no duermes Ripo, tú te mueres.
Y no me lo ha dicho una sola mujer, me lo han dicho bastantes mujeres. Y es verdad, me doy cuenta porque como estoy en la naturaleza, me gusta el sol y me tumbo, a veces me ha pasado el estar al lado de un hormiguerito y me he despertado lleno de hormigas por encima y después de habérmelas quitado, he pensado:
Para estar lleno de hormigas por encima ya haría rato que estarían recorriéndome y yo sin enterarme.
-A colación de lo que estás contando, dos preguntas. Una, ¿Qué piensas de la muerte?
No tengo tiempo para pensar en ella, no. No pienso nunca en la muerte, no. ¿Y la otra pregunta?
-¿Te despiertas con despertador?
No he tenido en mi vida reloj y sigo sin tenerlo y cuando tengo que levantarme a una hora, me mentalizo y me despierto. Mi último pensamiento es “me tengo que despertar” y me despierto. Nunca he perdido ningún tren. Ahora tengo un móvil, un móvil primitivo que ya no se fabrica pero a mí me sirve, porque yo no recibo más que llamadas o llamo. No releo ningún mensaje, no he aprendido ni quiero. No quiero que me coma el cerebro de la manera que está comiendo a la sociedad. Me protejo de la toxicidad informativa. Me protejo al igual que con la comida.
Sin información no se puede vivir pero con una intoxicación informativa, se vive peor.
Quiero ver las cosas, si es posible, en la realidad. No quiero que me den las cosas pasadas en la túrmix. Me gusta masticar, la zanahoria, la acelga, el garbanzo, el pescado, la carne. No quiero que me pase como a los americanos que como no mastican, les dan chicle para hacer mandíbula. A los niños les dan carne que no tiene nada que ver con la carne de corral que yo tengo. Los niños quieren cosas blanditas que no tengan que masticar. Y pienso, estos niños van a perder las mandíbulas. En un millón de años, no tendrán mandíbula. Pero después reflexiono y digo, no, porque el ser humano es muy sabio. Ha descubierto el chicle. (Risas)
-Nos puedes adelantar algún que otro proyecto.
Siempre estoy en proyectos. Tú, ¿Has visto a algún niño que no proyecte?
-Vale, lo dejamos ahí, siempre estás en proyectos al igual que siempre estás enamorado.
Siempre, siempre estoy enamorado.
-O sea, que los años no pasan, te veo igual que siempre.
Pasa el tiempo. Los años, no creo. A mí, cuando me dicen, “tienes 90 años”, yo digo sí, eso dicen, pero yo no lo sé. Yo vivo. Lo que sé es que la vida, la sigo viviendo con la ilusión de siempre. Y eso lo puedo saber yo. Sabes la temperatura que marcas.
A mí la vida, aún no me ha quitado nada.
La vida te va desnudando, te va quitando y al final, es tan sabio. Por eso que decís de la muerte, yo no le dedico tiempo. Primero porque no me interesa. Yo creo que todo se transforma. Creo en la metamorfosis, no sé si hacía adelante o hacía atrás pero todo cambia, como las montañas con la acción del tiempo de millones de años. ¿Cómo no va a cambiar todo lo demás? Ahora con los temas de la ecología parece que nos olvidamos de que la tierra cambia, que ahora no pasa como hace millones de años. Nos quieren pasar la información por la túrmix. Nos dan a entender que en dos generaciones ha cambiado la naturaleza como ha cambiado en un millón de años. Y ahora, porque la tierra sigue con el proceso de siempre de cambiar, ustedes ven una catástrofe. ¿Por qué? La vida no sabe de morales, la vida no tiene moral. La moral la ha creado el ser humano.
-Entonces, Ripo, ¿tengo que entender que tú no consideras que el humano le haya hecho un flaco favor a la naturaleza? Está claro, que los ciclos de la tierra están ahí con sus cambios, está estudiado y demostrado.
Claro, claro. Ahora quieren castigar al ser humano. Es el culpable de todo. Pero es culpable de todo lo que hace el ser humano pero no del resto que hace la propia naturaleza. Ahora todo es porque tenemos coche, porque tenemos fábricas pero no sabemos nada de hace 50 millones de años. Ya no sabemos nada, son imaginaciones. O mil millones de años. No quedan ni restos. Queda el mar, lo que es todavía materia eterna, las montañas, los paisajes, los ríos, que muchos se han secado. Los barrancos, ¿Qué son? Los barrancos no los ha hecho un hombre picando. Los han hecho las tormentas.
-Pero, aún así, entiendo que estás a favor, sino corrígeme, en que el humano ponga de su parte para no contaminar ni la tierra ni los mares, al igual que evitar en lo posible las emisiones de Co2 y buscar políticas medioambientales.
Todo, todo. Estoy de acuerdo en todo. Lo que ensucia es en lo que no estoy de acuerdo. El humano tiene que limpiar su entorno. ¿En qué nos distinguimos de una cabra, o de un caballo? Y mira que el caballo es limpio ¿eh? Es un animal que no lo haces beber dónde otros animales de la ganadería beben. Pero en cambio, come donde caga y caga donde come. Pero el humano está dotado de una inteligencia que le permite limpiar donde ensucia. Y ha llegado a comer con cuchara, tenedor y cuchillo. Al ser humano hay que enseñarle su responsabilidad. Si arrancas un pino, planta otro. Aunque te hagas una casa o una fábrica. Tienes que ir aunque sea a otro sitio a plantar un árbol.
Planta un pino. Pino arrancado, pino plantado. Que hay espacio.
Y limpia lo que ensucias, y no estos guarros que van a la naturaleza y ahí te encuentras botellas de gente que va y tiran la botellita. Eso es lo que hay que enseñarles. Mira, yo, cuando voy a hablar a algún colegio veo a los maestros que les hablan a los niños y niñas de ecología y les montan un rollo que yo digo, ¿Cómo es posible? Entonces, me dicen, venga Ripo, diles tú algo. Y me digo, ¡pero qué les voy a decir!, entonces les digo, a ver, decidme algo que sea ecología. Y me sueltan el rollo aprendido de lo que les han dicho. Y yo digo, ¿Sabéis que es ecología? No me hagáis mucho caso pero pensad.
El niño no es enseñarle a que repita, es enseñarle a que piense.
Y les explico, cuando salgáis de casa, no tiréis nada al suelo. Si coméis un chicle, lo guardáis en un papelito y luego en casa, en el cole o en la calle en una papelera, lo tiráis. Ahora además en las casas más correctas ya hay varios cubos para tirar los diferentes materiales. No tiréis nada al suelo. Eso es ecología. No tengáis, mientras os lavéis los dientes, el grifo abierto. Cerrad la luz cuando salgáis de una habitación. Eso es ecología y lo demás ya lo iréis aprendiendo.
-¿Cómo surgió la idea de que vayas a los colegios?
Yo voy a los colegios de todo el mundo, en China llevo traductor las 24 horas del día. ¿Por qué? Porque a mí los niños me interesan hasta máximo los ocho años, para la creatividad ¿eh?, Cuidado. Humanamente, hasta los centenarios, en lo cual entro yo. (Risas) El niño es creativo porque es limpio. Llega al mundo limpio hasta los 8 añitos máximo. A los seis ya empieza a comprender el entorno y ya empieza a contaminarse y a los diez, ha perdido la creatividad. Es creativo, sigue siendo creativo el que lo es. Todos los seres humanos son creativos, lo que pasa que cada uno tiene unas habilidades. Un sabio del cerebro a lo mejor no es capaz de hacer artesanía, es un manazas con la artesanía pero es muy destacado en lo suyo. Todos los oficios son importantes (ebanistas, fontaneros…) Pero, hay que enseñar el respeto, hay que saber respetar la diferencia en el conocimiento si no, todos somos iguales y es como la divina izquierda,
Todos iguales, a la igualdad. Pero por abajo, no. Yo quiero que me igualen por arriba.
A mí, que me igualen por abajo, por la pobreza, por la miseria, como estos dictadores de extrema izquierda que hay, que llevan a los pueblos a la pobreza, por ahí no quiero que me igualen. Quiero que me igualen por el bienestar, por un buen colegio, una vida de decencia, de respetos. ¿Cómo voy a ser yo igual que un hombre o una mujer de altos estudios, un médico, un biólogo ó un físico? Lo que sí, un hombre de brocha gorda como yo, cualquier oficio, tiene que tener ese respeto. Por ejemplo los científicos que han hecho la vacuna. Cómo voy a ser igual que ellos. Ese es el problema que todos queremos ser igual y perdemos el respeto. Los jóvenes pierden el respeto a los mayores. Como están en pleno vigor, bioquímico, químico, físico, pues no se paran a pensar que hay un viejo que no puede estar de pie y él está sentado. Claro, le sobra la naturaleza, le sobra. (Risas)
-¿Qué piensas de la pandemia? ¿Cómo la has vivido?
Pues como otro ser humano pero con más posibilidades de vivirla porque claro yo soy como la gallina…
-Entonces, no eres «negacionista».
¿Yo?, yo no sé lo que soy. Lo digo en el sentido de, como digo que soy como la gallina. Me hago el ponedero y pongo mis huevos. Y después ya no me importa lo que hagan de los huevos. Se los pueden comer como quieran. A mí lo que me interesa es hacer el huevo. Y claro, ha llegado un momento de mi vida, que ha llegado la pandemia y digo, “no voy a salir”, pero he hecho igualmente lo mismo. He trabajado. De las 24 horas yo estoy dedicado al trabajo físico y al trabajo mental, 17 horas por día. Y el resto, lo uso como los demás seres humanos, para otras cosas pero soy un gran, gran, gran trabajador. Me gusta elucubrar, pensar.
-¿Crees que para llamar la atención, todo vale? ¿Qué piensas del hombre al que han detenido por pintar sin permiso la cúpula y siete murales en el interior de la ermita de San Cristóbal en Alcoy?
Uno, puede llamar la atención de muchas maneras. Si quería notoriedad, la ha conseguido. Los medios de comunicación se han hecho eco pero eso es una falta de respeto. Da igual que sea una ermita del siglo XIV como de cualquier otra cosa.
-Tú no has necesitado llamar la atención, ya eres así de pequeñito.
Sí, pero mis disgustos me ha traído porque como a todos los niños, me gustaba disfrazarme y me ponía lacitos y faldas, con el pantalón por debajo pero me ponía faldas de mi madre que era pequeñita y me disfrazaba por casa y a veces salía a la calle y no pensaba en quitármelo, no me acordaba y me sacaron un mote. “Juanito Mariquita”. Porque claro, los niños unas veces me veían con el lacito, otras con la faldita y otras veces “normal” y me sacaron un mote. Con los años, dejaron de decírmelo pero recuerdo aquella época. Tenía la libertad de ser de una familia pobre, los pobres estábamos en la calle, no íbamos a la escuela.
Por aquel entonces era Juanito el Mariquita, el hijo de Amparo.
Mi madre se iba a trabajar y yo en mi tiempo, me entretenía poniéndome lacitos como las niñas para disfrazarme. Pero salía a la calle para trabajar, con mi primer oficio de “chatarrero”, “Basurero y Chatarrero” y a veces se me olvidaba quitármelo y los niños son muy crueles, pero con el tiempo cuando ya empecé a pintar en las casas donde había alguien que había muerto, la gente decía: “Busquem al pintoret”.
He pintado muchas habitaciones de abuelos y de abuelas que se han muerto.
Al verme pintar y hacer mis cosas, se dieron cuenta de su error y dejaron de decírmelo. Con el tiempo “Juanito el mariquita” ha desaparecido, pero yo me sigo vistiendo a mi manera. Porque he tenido mi manera de vivir independiente. Y me independicé muy joven. Y sigo viviendo porque me he independizado y vivo a mi manera. Y claro, he pasado momentos que me han insultado y todas esas cosas pero yo digo:
A mí no me gusta ponerme la ropa que hace otro para mí.
Yo no me compro nunca nada, yo me pongo de lo que me dan. Pero una ropa mía nunca se acaba porque mira, coge la chaqueta y verás. Los pantalones, tú ves que le pongo pegotes, pues yo le sigo poniendo pegotes. Y una chaqueta encima de un pegote lleva otro pegote, y cuando lleva doble pegote digo, ésta ahora ya es para el invierno. (Ríe) Me gusta hacerme mi ropa. A mí me dan una camisa de seda y yo cojo la tijera como los niños y la corto como a mí me gusta.
Lo transformo todo. Pantalones, chaquetas, cazadoras, camisas. Y si me quiero hacer un abrigo, pido como lo quiero.
Me gusta vestirme con pieles de animales porque es el primer vestido que ha llevado el ser humano. Una piel de animal. Y además si estás en frío, el calor más sano y más natural que hay, es el que te produce la piel de un animal. El más sano. Pero ahora como estamos como estamos. Pues, no matamos ni a un mosquito.
-Pero porque también ha habido un abuso.
Pero eso no justifica, justifica como el ser humano ha sido tan cochino, porque era un animal de cuatro patas, ahora se ha hecho limpio. Ahora se limpia hasta los dientes. Pues lo que hay que enseñarle es que por limpiarse los dientes, no va a “enguarrar” el entorno. Que lo limpie, el lavabo o donde sea. Que no ensucie, que ensucie lo mínimo posible. Y podemos vivir muy bien, y con las mismas cosas. Pero no vayamos más allá de lo que el conocimiento nos permite. Porque ahora está claro que necesitamos energías mejores, más limpias. Pero, que muevan la industria que, todos queremos mucho, mucho, pero que no nos falte.
Bien, ¿Quién es el que es capaz de hacerlo? Ya han intentado una energía más limpia, más barata. La atómica, pero no la han querido. En nuestro país nos ha costado hasta las muertes por luchar contra la energía nuclear y ahora la estamos consumiendo. Nosotros no fabricamos apenas luz, la compramos a los franceses y nos dan la luz de la energía nuclear, los franceses, que son el número uno en energía nuclear. Y nosotros la compramos. ¡Ah! Pero la hace el vecino, no yo. Esto es como los animalistas: “No, yo no mato ni un mosquito y yo estoy en contra de la muerte de los animalitos y su defensa”. Pero, digo:
¿Te comes el pescadito, verdad? ¿Tú has visto algún pescadito muerto que ría?
Todos mueren asfixiados, todos, por falta de oxígeno. Y, tú no matas un gallo, ni un pollo, pero te lo comes. Tenemos que tener respetos y aprender a gobernarnos con respeto. Entonces, ¿energías?. Ahora quisiéramos todos ser autosuficientes de gas y de electricidad, ahora. Pero ese conocimiento hay que desarrollarlo y cuesta. La ciencia humana, para cambiarlo,… tenemos la energía solar pero no puede mover las máquinas de alta presión. ¿Y por qué no?, porque el conocimiento no ha llegado todavía ahí. ¡Caramba!
-Pero se está intentado.
El ser humano está siempre buscando soluciones a todo. Unas más acertadas, otras menos.
El ser humano no se extingue porque lucha contra las dificultades. Porque crea el órgano y el órgano, le crea la necesidad. Ha creado la vida dulce.
El trabajo no tiene nada que ver cómo trabaja hoy el ser humano a como trabajaba hace solamente 60 años, o 70 años. Digamos, un siglo. No tiene nada que ver el trabajo en el campo a cómo trabajan hoy el campo. Ni cómo trabajan en la industria, no tiene nada que ver. Ha mejorado enormemente, en higiene, en castigo de dureza, en calidad de vida. Ha mejorado muchísimo. Y, ¿Por qué no más?, pues porque no hay para todo lo que quisiéramos.
Hay que conquistarlo, hay que hacerlo, hay que trabajar. Para conseguir las cosas, hay que esforzarse. No vienen de regalo del cielo, vienen del esfuerzo.
Y, claro, a mí me da pena ver como criamos hoy los niños y como se han criado. No vale aquello, ya no hace falta aquello. Pero hay que educar a la gente en su tiempo porque antes, los niños y los mayores, vivían más juntos. Se conocían, se transmitían el conocimiento en directo. Ahora lo hemos descuartizado como cuando matan a un corderito, lo hacen a trozos. El conocimiento también. Tú aquí y tú allá. Antes estábamos todos juntos, más juntos. Y el niño veía como se hacía la comida, como se fabricaba la comida, veía como nacía el animalito y veía como se hacía grande el animalito y como se mataba el animalito. Eran unos salvajes como se hacían las cosas entonces, pero hoy, no. Hoy las muertes que se hacen, que se sacrifican, se trata de ir dignificándolas también. O sea, que un animal, hoy en día hemos descubierto, que la masividad del animal, eso es cruel. Pues ya se está protestando y se están haciendo presiones para que los animalitos no vivan tan masivamente.
Es que primero tenemos que cometer, a veces el error, para darnos cuenta que hemos cometido el error.
¿Cómo vamos a pensar que los peces en piscifactoría sufren estrés, más que cuando están en el mar, o en el rio libres? ¿Por qué sufren estrés? Porque claro, tienen una alimentación, no tienen que luchar por la alimentación, la tienen en abundancia. Pero, están masificados. Han descubierto enfermedades y muertes de los peces de piscifactoría por el estrés. Yo tengo un hijo, que es biólogo y él pasó de la biología animal a la humana. Ahora lucha contra el cáncer y antes luchaba contra el sufrir de los peces y un día me dijo, “Papá”. Y era un chiquillo, eh. Era un chaval recién salido. Y me dijo, «La muerte de los peces en piscifactoría, hay una muerte que la produce el estrés». ¿Cómo que el estrés, en los pescados? Le dije. Y me contestó, ”Sí, viven en un espacio tan masificado que produce estrés y les produce la muerte”.
Pues tenía razón al final. Al final, tuvo razón. Entonces, eso lo descubrimos cuando el conocimiento descubre que ha cometido el error. Que es lo que yo digo,
Yo aprendo por lo que no sé. Y dicen, ha fracasado. Y digo, pero he aprendido en el fracaso, he aprendido.
Mira, a mí, se me murieron los peces por estrés porque tenía demasiados en la piscifactoría, ahí en la balsa. Y ahora, he quitado la mitad. Y ese fracaso que tú dices, se ha convertido en experiencia. Ya no se me mueren más. Esto es lo que hay que enseñarles a la juventud. Hay que enseñarle a pensar, no ha copiar como me hacían copiar a mí cuando iba a dibujo. Claro, me castigó el profesor porque quería que yo copiara las láminas, unas láminas. Y me decía, tú coge la lámina que quieras y cópiala. Porque yo no quería copiar la lámina. ¡Yo, quería dibujar, yo! (Sonríe)
Y me decía,
¡Aquí vienes a aprender a hacer lo que hay que hacer, coge una lámina!
Y yo cogía una lámina y mientras estaba el profesor cerca, como no tenía conocimiento, yo dibujaba la lámina. Trataba de dibujarla. Pero cuando el profesor se iba, porque había noches que el profesor, pasaba toda la noche y no había venido, porque el pobre estaba en su mesa y no había venido a corregir, pues yo había dibujado en todo mi tiempo y nadie me había dicho nada. Cuando me pillaba distraído, me daba aquí en el cogote, no me pegaba ¡eh! Pero me tocaba y me decía, “La lámina”. Y como me pillaba tantas veces, pues un día dijo,
Mira, tú te vas a aquel rincón y ahí pongo un paraban y como no necesitas las láminas para copiar, aprender, pues ya te apañarás.
Entonces, me dibujaba la mano y después me dibujaba el pie y me aburría ¡ostras! He pintado, bueno, he pintado, trataba de dibujar manos y pies, no tenía ni idea. Lo intentaba de todas las maneras y al final me dije, como me aburría, me dije, pues ahora voy a dibujar con la izquierda. Y claro, eso fue una lucha titánica. Pero era un obstáculo que tenía que vencer y me entusiasmaba. Eso me distraía el ver que no podía, pues hacía una uña, un poco de dedo y eso me entretenía. Me hacía guerrear y eso me valió para que el profesor me castigara dos años. Después ya, me levantó el castigo. (Risas)
-Ripo, ¿Cuándo te diste cuenta de quién eras, de lo que eres? Creo que tú no eres consciente. ¿Tú eres consciente de quién eres en verdad? De la admiración que despiertas.
(Risas)
Yo soy una persona que ha tenido la suerte de que, por haber sido un cabezón, vivo de lo que tenía ilusión. A mí me ha pasado como a estos que les gusta jugar a fútbol, o al tenis. Tú date cuenta de una persona que le da por coger la pelotita y jugar con la pelotita y acaba viviendo bien, de jugar con la pelotita. Imagínate. Ponme a mí, que yo diga, “yo quiero jugar con la pelotita”. Bueno, ya no tengo tiempo pero no hubiera tenido tiempo ni 30 años atrás, porque no.
La suerte es tropezar uno con quién es, no con quién quiere ser.
Ese es el error. “Yo quiero ser”, ya te has equivocado. Si tienes la suerte, de tropezar contigo, no haces ningún esfuerzo. Es natural. Con el esfuerzo que hace otro, tú, lo haces mejor. Porque es tu naturaleza. El que corre, corre. Y todos van a correr, pero hay uno, que empieza a correr y corre más que los demás. Pues, por mucho que entrene otro, llega un momento que no da más de sí. Entonces, pues el que ha tropezado consigo mismo, mira Nadal, cogió la pelotita y mira lo que ha hecho de la pelotita. Porque tropezó con él. Es así.
-Tú te diste cuenta de ello con 6 años.
No, yo no me di cuenta de nada. Ni me doy cuenta todavía. Lo que sí que sigo es mi entusiasmo, mi ilusión y que no me la toquen y que no me quieran sacar de ahí que no lo van a conseguir. Es imposible, es imposible. Yo, en donde esté, en donde esté, trabajaré. Y si no me dejaran, me suicidaría. Yo, ¿para qué quiero vivir si pierdo la ilusión de vivir? Mira que me gusta la convivencia con la mujer, mira que me gusta. Y la necesito, pero yo podría vivir sin la mujer, podría. Pero sin el mundo ese que yo me he construido, no podría vivir. Eso no. Eso no puede ser. Eso no lo puedo cambiar. En cambio, la convivencia con la persona, sí que puedo, sufriendo más o sufriendo menos, un tiempo más largo o más corto, sí puedo hacer el cambio de convivencia.
Pero el mundo este que tengo ahí dentro, un individuo que no lo conoce nadie, ni yo lo conozco, pero sé que está dentro de mí. Ese, sin ese, no puedo vivir. Y ese es el que me hace hacer lo que hago.
Entonces, eso a mí, no hay nadie que me lo pueda cambiar ni quitar. Nadie. Todo lo demás, sí.
Me lo pueden quitar todo, pero yo para que no me quiten más de lo necesario, no tengo ninguna propiedad. No tengo nada, nada. Yo he repartido y doy todo lo que hago. Soy una persona sin propiedad. Porque no la quiero, yo solo quiero que me dejen trabajar, y lo resuelvo.
-Necesitas crear.
Yo soy el primer enemigo económico de Ripollés. Soy Ripollés.
Yo de lo que hago, me da igual que valga diez. Porque, si yo necesito cinco, hago una cosa y a mí me importa un carajo que valga mil si yo necesito, diez. Pues por los diez lo doy porque ya puedo resolver mi problema. (Ríe) Es una manera de vivir.
-Pero tu obra no es barata.
Pero no es por mí, no es por mí. Mi obra podría valer muchísimo más de lo que vale, lo valdrá con el tiempo.
-¿Eres consciente de ello?
Yo soy consciente porque, saber no sé pero sí que conozco el distinguir y como he vivido los mismos años que muchos del mundo mío, pero soy uno de los que más tiempo ha dedicado a vivir dentro de ese mundo, yo he vivido mucho más que muchísimos otros. Porque se han distraído mucho y yo no he tenido tiempo de distraerme. Y viviendo los mismos años, yo he hecho muchas más experiencias. Eso que dicen, fracasos. Yo he tenido muchos más fracasos.
-Has hecho muchas veces referencia a la palabra “fracaso”, ¿Qué te lo han dicho últimamente?, ¿O, te lo han dicho mucho a lo largo de estos 90 años?
No, pero no sé porqué siempre parece que he sido una persona que ha tenido suerte, digamos. Eso que llaman éxito y es verdad que siempre me ha ido bien porque no he querido más que trabajar y siempre me han dado la oportunidad de poder trabajar y resolver mis necesidades en mi trabajo. Que hay quién también quisiera pero no le dan las oportunidades y a mí, por dónde he pasado, siempre me han dicho, oye, ven. Aquí tienes, trabaja. ¿Qué necesitas?, yo, pues un sitio para vivir y para pintar y para comer y siempre lo he resuelto. Siempre he tenido la oportunidad. En cambio, hay quién quiere hacer lo mismo y no le dan esas oportunidades. Yo las razones, no las sé, ni me preocupa pero, sé que es así. Entonces, yo he vivido siempre a mi manera porque no he tenido que fichar, no he tenido a nadie que me haya mandado. Me da por vestirme de rojo, me pongo de rojo. Me da ilusión. Y, ¿Por qué no? Que piensen lo que quieran. ¿Yo pienso mal de alguien porque va vestido como yo no me atrevo a vestirme?
-¿No has pensado crear una línea de ropa?
Me lo han pedido muchas veces, pero no me gusta. Las chaquetas mías se las copian en China. Se pueden ver en internet.
Ω
Joan García Ripollés hace referencia a esta etapa de su vida con un brillo en los ojos y un cariño que estremece, cuando dice “chatarrero” y “basurero” lo dice en mayúsculas. Con la intensidad de quién solo por el hecho de decirlo, está de nuevo trasteando por aquellas calles de tierra mojada y olor a mil miserias. Ripollés, el artista, el trabajador incansable que se casó con Roseta a pesar de la negativa de su madre y tuvo 2 niñas. La señora Amparo, temía perder el dinero que “su hijo Juanito” le enviaba todos los meses. Ripollés, el artista que despuntó en París y volvió con sus niñas y Roseta para que las pequeñas recibieran la educación en España y crecieran rodeadas de la familia. Ripo, el que ha estado igual en un mitin de Alfonso Guerra con foto incluida que en un mitin de Carlos Fabra, con foto incluida también.
Alfonso Guerra, amigo y compañero en Sevilla con toda una revolución cultural que marcó una época y prosigue. Carlos Fabra, al que conoció cuando el que fuera presidente de la Diputación de Castellón, aún era un niño muy pequeño porque “Juanito” era el pintor de la familia. Su amigo. Del que habla con tanto cariño como solo puede hablar quién es amigo de verdad a pesar de los pesares.
Se quedan muchas historias en más de tres horas de grabación. El Ripo enamorado, amigo de todas y cada una de las parejas que ha tenido. Padre orgulloso de unos hijos que no han sido médicos, su profesión escondida. Pero todos le han hecho sentir la facultad de ser unos buenos hijos “con carrera” para aportar al mundo su sabiduría y buen hacer.
Esta charla con Juan García Ripollés, “Ripo”, podría llenar estanterías de letras, de anécdotas. Rodeado de gente de “altos estudios”, como él dice. Que lo querían saludar para decirle que tenían cuadros suyos en casa. Tres premios nobel. Tan humilde Ripo y tan generoso como solo aquellos que no olvidan de dónde vienen, lo son.
He tardado 70 años en saber definirme, soy Pintor Industrial.
Y según me ha contado, ha sido gracias a las veces que ha tenido que coger aviones pues tenía que definir su profesión en las cartillas de embarque. “Pintor Industrial”. Hasta que los mismos que le hacen llenar la cartilla del pasaporte, le piden por favor que no lo ponga, es «Ripollés. El pintor».
La semana que viene, entraremos de nuevo en estos rincones tan apasionantes de la vida del maestro Ripollés con Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 2.