Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 2

Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 2

He tardado 70 años en saber definirme, soy Pintor Industrial.

 

Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 1 

Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 3

Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 4 (final)

Con estas palabras concluía la primera entrega de esta serie de capítulos a modo de entrevista, realizados al querido y polifacético pintor Ripollés. Todo un regalo el poder conocer en primera persona esos rincones de su vida que no había contado antes, al menos, con tanto detalle y cariño;  a punto que está de cumplir 90 años (nació el 4 de Septiembre de 1932).

Castellón diario publicó la pasada semana: Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 1. Esta semana nos envolvemos de nuevo con los puntos de vista y las vivencias de una persona que siempre ha demostrado ser eso, persona; solo que, es una persona en el cuerpo y con el alma de un artista.

La charla con «Ripo» proseguía y la tarde fue abriéndole paso a la noche y si bien la luz del pasillo simulaba una eterna puesta de sol, el sonido de los sapos y las ranas en la charca, abrían los sentidos a la nocturnidad de las palabras que seguían en boca del maestro «Ripo».

–Supongo que en todos estos años y moviéndote en los ambientes tan variopintos y exclusivos que te mueves; habrás estado con alguna persona que te haya despertado algún tipo de asombro, de ilusión. Algún o alguna «personaje importante».

Un día en un acto, con gente de la medicina, de la salud, pues eso que te dan piropos y alabanzas y me dijeron: “Di algo, Ripo”. Entonces pensé, ¿Qué digo? Porque si me hubiesen avisado, pues hubiera estado elucubrando algo. Entonces, dije,

Bueno, pues miren ustedes, lo único que puedo decir es que me veo ante esta situación, rodeado de personas con un conocimiento elevadísimo, pues a mí, se me ocurre pensar en mi madre.

Cuando yo era pequeñito, cuando pasaba alguna cosa en la calle, todo el mundo se acercaba, como ahora. Que se cae uno en el suelo, y ahora es muy humano, la gente, coge el móvil y llama: “Oiga, en la calle tal, número tal, hay una persona en el suelo que se ha caído”. Y la gente, se va. Pero viene una ambulancia y llega con gente especializada, lo cuidan, se lo llevan y una vez en el hospital; el problema es para morirse, no le dejan morir tan fácil. No es tan fácil que lo dejen morir. No le dejan que se muera. (Sonríe)

Yo, digo, eso en mi época cuando se arremolinaba la gente; hacían bulto. Enseguida preguntaban, ¿Que, qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido? No, un carro que ha atropellado a un niño. Por eso, ahora, si mi madre me viera, en este momento, ante esta situación, me diría: ¡Hijo! ¿Qué has hecho? ¿Qué, qué has hecho? Y, le contestaría,

Madre, trabajar. No he hecho nada, madre. He trabajado, por eso estoy aquí. Y por eso, hay lo que hay aquí ahora, en este momento.

Un día, estaba en Castellón y estaba el alcalde que estuvo bastantes años, José Luis Gimeno y había una cena, creo que era ofrecida por la UJI (Universitat Jaume I) y había, creo que eran cinco premios nobel, cinco o seis premios nobel. La mujer del alcalde, Mamen, se acercó a la mesa en la que yo estaba y me dijo:

Ripollés, Ripollés, ven, ven, que me da mucha ilusión que saludes a los premios nobel; que te quieren saludar.

Yo, le dije, ¿saludar a mí? Y me contestó, sí.

¡Son un premio nobel, Ripo!

Sí, sí, claro, voy, voy. Y voy con ella. Al presentarme, tres dijeron:

Sí, sí, lo conocemos, lo conocemos, yo tengo obra de él. Y el otro, dijo, yo también. Y otro tercero dijo, y yo también. De los 5 o seis premios nobel, tres tenían obra mía.

Esto se dio en Castellón. Siendo José Luis Gimeno, alcalde de la ciudad de Castellón.

Quiere decir, esas cosas que te ocurren en la vida, es, si has trabajado. Si has trabajado y lo has hecho lo mejor que has podido.

-Pero también es un arte, Ripo. Porque hay gente que trabaja toda la vida, todos los días…

Es que a lo mejor, tropecé conmigo. No lo busqué. Yo no lo he buscado. Eso de la fama, yo la verdad no sé lo que es. Sé que hubo un sabio que dijo, cuando le preguntaron:

¿Usted puede definir qué es la fama? Y el sabio contestó: “Fama, fama, es aquello que pasa. Eso es la fama, lo que pasa”.

Yo, no lo sé y el último en enterarse y darse cuenta si no eres un poco tonto, es el propio famoso. (Ríe) Esto es el caso de esa pareja que él o ella son infieles y el último en enterarse, a veces, es la propia pareja. Él o ella, son uno de los últimos en enterarse. Cuando se entera, ya lo saben muchos.

Si uno, no es un imbécil, creído, que los hay de todo, ¡eh! Aunque sean muy inteligentes, en otra cosa, son tontos. No son inteligentes en todo, ¿no? Se cree que es algo porque lo fotografían y lo nombran y lo exhiben y se cree y se crece; normalmente no son gente muy, muy bien. Son, son…

-¿Mediocres?

Son defectos de bulto. Porque de lo contrario, como uno tiene tantos fracasos que dice la gente,

Cuando uno está en ese camino de la diferencia, en ese camino de distinguirse sobre la mayoría, pues como tiene tantos fracasos, nunca se para a reconsiderarse. Nunca se para a decir: Yo, yo, yo. Porque piensa más en las veces que se ha equivocado que en las veces que ha acertado.

Lo que pasa que cuando uno tiene la suerte de tropezar con él, porque le gusta correr y corre mucho, pues llega un momento que reconoce que tampoco es un valor añadido tan importante porque tiene la facultad natural de que tiene más facilidad de correr que los demás. Y tampoco dice: Yo soy, yo soy. Porque piensa,

Qué suerte tengo, que tengo esta facilidad , en vez de crecerse en esa ambición, más bien se modera.

Entonces, preguntan,

¿Tú quién eres?, ¿Yo? Pues uno que tiene la locura ésta que me decía mi madre, que no se me ha ido afortunadamente para mí. No se me ha ido y sigo con ella. Y la vida no me la ha quitado esa ilusión. Esa ilusión, no me la quita.

-A pesar de todo.

Como no me ha quitado nada del riñón, lo tengo sanísimo. No me ha quitado nada del hígado, porque también lo tengo sanísimo. No me ha quitado nada del estómago porque lo tengo sanísimo. No me ha quitado movimiento. Muy poco de movimiento natural humano. Porque subo y bajo las escaleras, me levanto y me agacho y todo como un inconsciente que no sabe que tiene el riesgo de caerse. No, no tengo ese conocimiento.

Sigo con esas inconsciencias de moverme sin pensar que me puedo caer y romper porque nunca me he roto un hueso y he caído muchos porrazos, pero nunca me he roto un hueso. No sé porqué.

Tengo un amigo de estos que van en bicicleta en sus horas libres, porque le gusta y el otro día, cayó. Se hizo mucho daño. Pero exactamente, no cayó, fue al bajarse de la bicicleta, resbaló y se apoyó con el brazo. Pero se apoyó creando una mala postura y se ha hecho varias roturas. Y decía, “No me toquéis, no me toquéis que me he hecho mucho daño. Ya me recogerán bien».

Después, me explicó que cuando ya se había tranquilizado un poquito pensaba en mí, y que murmuraba,

Con tantos porrazos que se ha dado Ripo, con la de veces que se ha caído y nunca se ha roto nada. Y, yo, en una caída tonta, me he hecho mucho daño.

Eso, son suertes también, que me he caído muchas veces y grandes porrazos y de alturas y no me he roto. Y digo,

Es que tengo huesos de gato.

(Ríe)

Y, Ripo, aunque vas a cumplir 90 años y no lo parezca en ningún momento, ni teniéndote delante físicamente, ni en como hablas, ni en la verborrea que tienes. No hay cansancio en ti, por ninguna parte. Es como si hablara contigo hace 30 años. ¿No tomas ningún tipo de medicación?

Bueno, es que no la necesito.

Ripo, teniéndote delante y viéndote, es toda una oportunidad para decir que 90 años, no son nada, viéndote a ti, no son nada.

– Yo, tengo a mi compañera de ahora. Tiene 33 años. Claro, uno reflexiona. Yo trato de comportarme como me gusta comportarme y, el otro día, que estábamos hablando de hombre a mujer, voy y le pregunto:

¿Tú, porque vienes conmigo? ¿A qué vienes? ¿Por qué?

Se quedó un poquito sorprendida y me dijo: ¿Por qué? Por la diferencia, Ripo. Yo le dije, ¿La diferencia, qué quiere decir? Entonces me contestó:

Porque eres diferente en todo, tú eres diferente.

¡Ah!, le contesté. Pues no se hable más. Lo dejamos estar así y sigamos.

-Es toda una realidad.

Pili, que ha sido mi pareja muchísimos años y seguimos siendo muy amigos, mucho. De hecho, ahora me acaba de llamar que tenía que ir a cenar con ellos. Un día estábamos hablando, en una situación con gente digamos “importante”, para entendernos, un jefe de marketing de una multinacional, los otros dos, eran médicos, uno era un alto cargo de sanidad y después había, dos industriales, del sector azulejero. Bien, pues estaban hablando sobre mí.

Si el Ripo es muy fuerte por esto, si el Ripo es muy fuerte en aquello. Daban puntos, a que soy trabajador, que si soy un gran evolucionista, en fin, piropos.

Es muy fuerte, es muy fuerte Ripo.

Decían. No hace mucho, además. Y, estaba Pili. Y le preguntan, ¿Y tú, qué opinas? Y Pili, les contestó: «Os equivocáis«. ¿Cómo que nos equivocamos, que Ripo no es fuerte? Entonces ella, les indicó,

No, Ripo no es fuerte, Ripo es resistente.

Entonces, claro. Pili, ¡no digas más, qué bonito! (Sonríe)

Porque claro, ¿Presumir de fuerte yo, de fuerte? ¿De qué? Ahora, ¿resistente? Claro, levantar 100 kilos, ni pensarlo, 100 kilos, no, no. Resistente es otra cosa. No tiene nada que ver con la fuerza.

-Alucino de cómo estás, alucino.

No, no. Me tendrías que conocer más. (Risas)

Yo he sido muy resistente en la vida y la vida, le resisto tanto que aún no me ha quitado nada.

-Que así siga.

Aún, yo no siento que pierdo cosas. Ilusión que es lo más importante que hay para ser joven. No es querer vivir de ilusiones. No, no, no. Es tener ilusión de la vida. Ilusionarte en lo que desconoces. Y, ¿En dónde yo soy más consciente que nada, de que conozco o de que desconozco?

En el mundo ese del interior mío, que es el mundo del arte y la cultura. Eso es donde yo he entregado la vida. Soy, digamos, que soy un monje de clausura pero en la calle, libre.

Y ahí es donde yo he dedicado mi vida y es donde noto que no he perdido nada, todavía. Siento la ilusión del trabajo, siento la ilusión de mis proyecciones, siento la ilusión de que, esto que estoy haciendo ya lo conozco y esto me obliga a producir lo que sea pero dar el cambio porque ya me doy cuenta que lo sé. Y entonces digo, “Hago el tonto”. ¿Por qué hago el tonto?, porque esto ya lo sé resolver.

Mira,

Voy a coger y cojo un puñado de tierra de ahí abajo que estoy con los barnices y vengo con un montón de tierra y lo tiró ahí y ¡pop! Y, ahora me digo, ahora resuelve el problema.

¿Por qué? Porque lo que estaba haciendo me daba cuenta que no hacía nada. Que estaba haciendo lo que ya tengo hecho, conocido.

Soy el “cabrón” que produzco un accidente. Y digo, ahora apurar. Ahora, que no se muera. Ese que has atropellado, ahora que no se muera. Arréglatelas como quieras pero que no se muera. Que la obra esté viva, como el caso del perro. Que el perro esté vivo. No que se parezca al perro embalsamado. Que son los oficios, que son esos del título.

Yo veo al perro que sí, está bien resuelto, pero está muerto. ¿Por qué? Porque el que ha manipulado los materiales, no es brujo. Ese cuadro que tú has visto arriba, “El brujo con la hembra”.

-Se llama así, “El Brujo con la hembra”. ¿Es de este año, es de ahora?

Sí, sí. Está acabado de ahora. Es la última obra que he hecho. Es lo que a mí, me gustaría hacer contigo, “El Brujo”.

-Hazlo, hazlo, haz “el brujo” que tú siempre envías buenas energías.
(Risas)
Ya me he despistado. Ya me he distraído. Sí. He entrado en un campo que ahí, yo soy como el que le entra miedo y tira todos los trastos y se va corriendo. Cuando toco “la hembra”. (Se queda pensativo)
¿Es que sabes qué pasa?, la hembra para mí es la vida misma. A partir de la hembra, viene toda la vida. Todo.

-Respetas mucho a la mujer.

Bueno, es que es para respetarla. Esta hecha por la naturaleza.

-¿Qué piensas de todo el tema de la violencia de género? La cantidad de mujeres que son maltratadas o mueren en manos de sus parejas, sus ex parejas… ¿En 90 años has visto algo así?

Sí.

-¿Tanto? Está claro que hay más información pero…

Más, más, hay más información. Antes no había información.

-¿No hemos avanzado?

-Mira, a los niños les pegaban palizas en la calle. Pero, palizas pegaban. Primero por dos cosas. Hay que buscar el origen. El por qué una cosa ocurre. Ha ocurrido y ya ha ocurrido pero ahora hay que ver, ¿El por qué? Pues mira, recién terminada la guerra, había mucha miseria, mucha pobreza. Estaban los piojos, los chinches, las pulgas. Bueno, eso que ha desaparecido prácticamente, excepto una plaga por una invasión de un grupo que trae piojos, que van al colegio y te hacen una maleza, pero se controla rápidamente.

Después de una guerra, hay de todo, menos algo positivo.

Hay estrés por las escaseces de todo. Hambre, miseria. Y esto crea un estado anímico en la sociedad, de violencia, de desagrado. Es todo, por una parte.

Y después, la madre es la dueña del niño, del hijo. Los padres. Y podían hacer del niño, lo que les venía bien, menos matarlo. Pero, ¿pegarle una paliza? A nadie lo denunciaban, a nadie lo castigaban. Y a los niños les pegaban una paliza en la calle y había mujeres que se ensañaban un poco demasiado y las propias vecinas le decían: “Chica, María, ya está bien, mujer. Cálmate, cálmate. Y ella contestaba: “Es mi hijo”. Y lo decía así, como con un poder.

Queriendo decir, puedo pegarle lo que me dé la gana. Es mi hijo, te callas. Y venía otra mujer. Que yo he visto quitarle el niño a una madre.

Y a lo mejor, era porque se le había comido el trozo de pan que guardaba para la cena y el niño había encontrado el armario abierto, vio el pan y se lo comió. Y aquello, pues le producía un desastre. Y le daba una paliza. Y eso era natural. Era su madre.

Lo que no es natural es lo que estamos haciendo por exceso de protección.

Que un niño de 9 años o de 8 años, puede denunciar a la madre y al padre. Y está bien, cuando de verdad se descubre que ese niño o esa niña, está siendo de verdad maltratado, en privado.

Cuando se descubre, está muy bien que le hayan dado el poder al niño de poder denunciar al padre o a la madre.

Pero eso produce un error grandísimo a la infancia, porque no distinguen todavía lo que es un padre y una madre y el motivo del padre y la madre. Y por eso llegamos a las abestiadas de que matan a un padre porque les quita el móvil. ¿Me comprendes?

-¿Debería haber más mesura?

Hay que estar muy encima de las cosas, con serenidad para hacer juicios y ahora hay una necesidad de ganar, de ganar adeptos “por el sillón”, que se están haciendo en la enseñanza monstruosidades. Muy serias. Que costarán, una generación entera para rectificar.

Muchos de los errores que se están cometiendo, por política. Por buscar el asiento y asegurarlo. Y se está concediendo lo que es justo y lo que es injusto. Todo vale, todo vale, con tal de coger adeptos. Fieles.

Y eso es una falta de honestidad que se transmite a la sociedad, y la sociedad en lugar de avanzar hacia la honestidad, va hacia la viveza, hacia la listeza, más que la inteligencia. Porque hemos llegado a tal punto que incluso queriendo favorecer al castigo del trabajo y a la mejora del trabajo. Se llega a tal punto que la pillería, el aprovechamiento descarado de mucha parte de la sociedad; están explotando a sus propios compañeros. Porque hay muchos pillos que están sin trabajar, porque prefieren apretar un poquito el cinturón, no trabajar y cobrar.

¿Por qué? Porque se permite. ¿Por qué se permite? Pues mira, yo he estado tomando un helado y te pongo un ejemplo multiplicador. Estar sentados a la mesa tomando un helado, y pasar alguien conocido y lo típico que te saludas y toma asiento. Y hablando, viene a la charlita el comentario que dice que acaba de tener una trifurca con la mujer. «Que no para de decirme que busque trabajo, que busque trabajo. Pero, ¿Para qué?» Y la mujer le explica que para trabajar y ganar más.

Y este conocido, nos hizo la reflexión de que sí, que ganaría más, pero 250 euros más. Pero que por esos 250 euros se tiene que levantar todos los días a las 6 de la mañana, porque se tiene que pagar la gasolina, se tiene que pagar el desplazamiento y cobrará 250 euros más, y no quiere. El hombre dice que le recompensa más no trabajar. Hasta que lo agote.

Entonces, claro, yo lo estaba escuchando y pensaba, ¿Y este hombre, no se da cuenta de que está robando a sus propios compañeros? Y le parece bien, porque las normas lo permiten.

Esto no es estimular. Esto es quitar el estímulo.

Y eso es porque se quiere proteger al trabajador. Pues, sí señor, pero claro, eso está muy bien si la gente fuera responsable y no tuviera egoísmos. Y dirías, esto es lo justo. Pero, ese querer hacer las cosas bien, si no están bien dirigidas, si no están bien transmitidas, producen incultura y esa incultura produce esas injusticias sociales que, el principio es bueno, peo está mal transmitido.

Es como llevar a los niños al colegio. Yo recuerdo cuando íbamos nosotros que saludábamos así:

¿Qué se dice cuando llega el profesor? Buenos días don Joaquín. Y toda la clase, decíamos: Buenos días don Joaquín.

Y después, aprendértelo todo de memoria. Los ríos de España, de memoria. Todo, todo de memoria pero no nos enseñaban a pensar. Entonces éramos como los loros. Que repites las cosas. Pero yo recuerdo a Benavente, el famoso Benavente, que un día estaba haciendo un examen y le salía algún alumno que se le escapaba y elucubraba la lección pero, no decía nada de lo que le preguntaban. Entonces, él, le ponía un 7 ó un 8. Por lo que, el resto de profesores le dijeron: “Oiga, que este chico no ha dicho ni una”. Y Benavente, contestó,

Pero, piensa.

-Qué bueno, qué bonito.

(Risas) Entonces es lo que digo, hay que enseñar a pensar a la gente.

-Pues parece que no, parece que interesa más que no pensemos.

Pero, ¿a quién le tiene que interesar que no pensemos? Porque la gente no tenemos que pensar que hay un malo ahí que va haciendo las cosas para aprovecharse. No.

Es la propia sociedad, eso nace de la propia sociedad, que no se estimula.

-Hablas de los maestros y antes hacías referencia a los padres con los hijos. Que ahora, “cuidado”. Que todo tiene su medida que ni aquello de antes ni lo de ahora.

Aquello era una barbaridad. Yo a pesar de todo, prefiero lo de hoy.

-Hombre, claro. Aquello era una barbaridad. Hoy en día con los profesores, también pasa en algunas ocasiones, que si un profesor o profesora, riñe a un niño o una niña, los corrige, o los castiga en el pasillo 10 minutos. Cuando el niño o la niña llegan a casa, les dice a sus padres que lo han castigado y algunos padres o madres van al colegio y le dicen al profesor que quién es él para castigar a su hijo o su hija.

Sí, sí. Eso que te digo que voy mucho a los colegios, hay un cambio tan enorme, tan enorme del comportamiento escolar de Europa a Asia, a China. Tan enorme, que te quedas, que te hacen reflexionar. Yo tengo ahora mis problemas de lo que hablamos de libertad y lo comento bastante.

¿Qué es la libertad? Yo digo, la libertad no es nada. La libertad no existe. No es un ente que dices, eso es la libertad.

Aquello es una luz, y dices, eso es una luz, muy bien. Led o no, y ya empiezas a diferenciar, pero eso es una luz y la luz es la luz. Libertad. ¿Qué es libertad? ¿Dónde está la libertad? La libertad eres tú.

Tú eres capaz de encerrarte a malvivir tu libertad o hacerte una manera de poder vivir bastante libre. Tú mismo.

No te puede dar nadie la libertad, te pueden dar los medios. Pero tú, eres como el cocinero: «Ahí tienes de todo, ¡ala! Guisa«. Y hay quien tiene gracia para guisar, elucubra y tiene gracia y, oye, está muy bien. Y también hay veces que dices, ahora sal tú, y a este otro le tienes que decir, oye que el otro hacía la comida mejor que tú. Eso pasaba en los cuarteles, que según los cocineros se come mejor con los mismos ingredientes, o menos bien. Y es lo mismo porque, a los soldados les dan un cupo y cuando entra personal que sabe manejar, la tropa come mejor con lo mismo; porque saben guisarlo.

Pues la vida es lo mismo, hay quien no se la sabe guisar y la vive de una manera y hay quien guisa a su aire su vida y se la vive mejor, es así.

Aquí el shock que yo recibo cuando me voy una temporada fuera, a China y vengo aquí,

Es que topo continuamente con -prohibido-. No se puede hace esto, no se puede hacer aquello. Te denuncian por esto, te denuncian por aquello, te denuncian por lo otro. Eso es una barbaridad.

Y llegamos a los países del centro de Europa; que sales al campo, y aquí sales al campo y vas por aquí, vas por allá. Pero allí no puedes, allí hay senditas en el campo natural. No puedes entrar en un pinar y decir, me vengo por aquí. No puedes. Hay unas cintas, hay unas marcas, tienes que ir por donde te dicen que tienes que ir y volver. Y no de otra manera.

Digo, chicos, está todo tan organizado. Mira, aquí, con los vecinos alemanes. Ayer mismo subí a su coche. Ellos querían que montara delante pero yo no, yo detrás, como los señores (ríe), es que son muy amigos y yo tengo que subir detrás. Pues detrás también me tengo que poner el cinturón y ellos me lo recordaron. Y es lo que digo, como se nota que son alemanes, bueno, quien dice alemanes dice, franceses, holandeses, austriacos, belgas, todos estos países.

Allí, en China, tu llegas al campo y te dejan ir por donde quieras pero, cuidadito que tires un papelito en el bosque que van a buscar a ver quien ha tirado el papelito y cuidado que no te pillen si eres tú el que lo has tirado. Y dices: ¿Por un papelito? Por un papelito, sí. Entonces dices, ¡jolines!

Ahora bien, no estás en el campo, estás en la ciudad y te vas a un Centro Comercial y te compras un colchón; eso lo he visto yo. O te vas a un quiosco y ahí hay una señora o un señor que han hecho la colada que decimos, han puesto la lavadora; y como se va a trabajar a primera hora para vender los periódicos, se lleva la ropa y se pone una cuerda de árbol a árbol, se tiende la ropa y cuando llega por la noche que ya tiene la ropa seca, la recoge para volver a casa. Y pasan allí mil guardias y nadie le dice nada y tampoco la multan.

Aquí, no, aquí está prohibido.

Por otra parte está el ejemplo del colchón. Tú te compras un colchón y coges un carrito o te coges la bicicleta y le pones unas maderitas y pones el colchón y ocupas el espacio de lo que sería un coche, pero es una bicicleta. Aquí, en Europa, en este continente, es imposible hacer eso. Porque está prohibido.

Los chinos, dices, oye, ¿a dónde va este con el colchón en una bicicleta? Pues a su casa.

Aquí, te dirían, «tiene que coger un transporte». Pero claro, la bicicleta es mía, el colchón es mío, lo he pagado yo y me lo llevo a casa. No puede ser, tiene que coger un camión. Pero digo, «mi bicicleta con el colchón ocupa lo mismo«. Pero quieren que pagues el camión. Que cojas un transporte para llevarlo. Aquí te dicen: “Ya se lo llevamos a casa”.

Pero estamos hablando de la libertad.

La ilusión que le da llevarse el colchón a él mismo y no esperar al reparto. Lo coge y se lo lleva él. Tiene la ilusión de llevarse su colchón. Y se lo prohíben, se lo prohibimos. No, eso no lo puedes hacer, prohibido.

Un continente que dice, ¿sabe porque es libre? Porque usted no le puede decir a su jefe de estado que es un ladrón o un sinvergüenza y yo sí. Bien, vamos a buscar matices en la convivencia social para ver donde se vive con más libertad o menos. Aquí se viven los respetos, con lo cual pueden hacer el ruido que quieran en su casa mientras su vecino no le proteste. Se monta una juerga de cumpleaños y están las horas que les da la gana, cantando, bailando y dices: ¡Oiga! Y te dicen, mire, ningún vecino mío se queja. Ahora, con que vaya un vecino y diga, mire que tengo que descansar que ya son horas. Entonces, es automático pero mientras no va nadie a decir que tienen que parar, ¿para qué tienen que parar si están a gusto? Nosotros, prohibido.

Y empiezas a hacer la lista de prohibidos y dices: ¿la libertad que es? El poderle decir a uno u otro “hijo de puta”. ¿Eso ya es libertad? Hay más cosas, muchas más cosas.

La libertad se tiene que medir en qué alegría vive esa sociedad.

-Pero, ¿No te parece Ripo, que a lo mejor no hubiéramos llegado a este punto de “prohibiciones”, si las personas, de base, tuviéramos un sentido común y una educación con el resto?

Eso cuesta, eso hay que hacerlo. Eso es la enseñanza. El respeto que allí hay a la edad de los mayores, el respeto que hay. Eso es impresionante de ver. Aquí, es que se ha perdido ese respeto.

-No se inculca.

Eso cuesta de hacer. Antes cuando decía que hay una manera de educar que se pierde una generación. Ciertas cosas, recuperarlas es una generación. Eso es así, es por la manera de educar. Y eso, cuesta. Hemos ido quitándole esfuerzos al ser humano. Todo es demasiado.

Al ir quitando esfuerzos hacemos que la gente cuando tiene que esforzarse en algo, no quiere.

Entonces, ¿Qué es lo que pasa? Pues que no obedecemos. Ante todo está nuestra libertad. La nuestra, la mía. Y después, la de los demás. Cuando una buena educación es,

Tu libertad empieza cuando la tiene el que tienes al lado. Ahí es donde empieza la libertad.

Yo soy muy libre en mi mundo pero, esa libertad no la puede vivir la sociedad y la tengo que saber respetar. ¿Por qué? Porque si la sociedad quisiera vivir a la manera que yo tengo de vivir, sería ingobernable, no se podría vivir. No podríamos vivir, nos mataríamos los unos a los otros porque sería ingobernable la sociedad. Yo tengo que tener ese respeto de decir:

Qué buena sociedad que me dejan vivir, mi manera de vivir.

Ω

Con la libertad de 90 años de existencia, pintando desde los 6 añitos, disfrazándose con faldas y lacitos, tal y como nos contaba en el primer capítulo «Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 1″, así ha seguido su vida. Llena de arte, de genio y de sentido común. No es tan fácil opinar de según qué asuntos, y más con los tiempos que corren. Lo que está claro es que la experiencia de una persona que ha vivido y vive de su sueño, de su ilusión, de su latir; es algo nos tiene que inspirar. El intentar ser un poquito mejores y crearnos ilusiones en la vida, podría ser un buen comienzo.

La semana que viene, Ripo, llenará de nuevo estas páginas con retales de toda una vida que, semana a semana Castellón Diario recoge, para vivir los 90 años de la leyenda viva del maestro Ripollés en primera persona. Como pequeño avance, a Ripo, además de «maestro«, lo llaman «Beato Ripo«, él nos explicará porqué.