Entramos de nuevo en el "Universo Ripo", una serie semanal de entrevistas íntimas que nos abren la puertas del corazón, gran corazón, de Ripollés.
Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 1
Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 2
Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 4
La pasada semana, conocimos la humildad y generosidad de Ripo, rodeado de premios nobel y de cómo recordaba a su madre en según que situaciones. Nos habló de educación, de libertad, de resistencia y de su eje central de existencia, tener ilusión en la vida.
Una semana más, Castellón Diario nos permite conocer a través de estas páginas, unos detalles de la vida del pintor Ripollés que nunca hubiéramos podido imaginar. Se ha ganado todo tipo de adjetivos, definiciones rápidas de pensares prejuiciosos. Ripo es consciente, pues él nos da la lección de objetividad que estos impulsos humanos, a veces, nos hacen cometer. Hablar y opinar, sin conocer.
A pesar de las horas, la entrevista seguía. La misma silla envolvía al artista con sus brazos y respaldo de mimbre, Ripo, mantenía los niveles de energía, contaba lo que el momento le inspiraba y las curiosidades de la vida, provocaban.
-Además eres un hombre respetado, a pesar de las etapas, en las que te hayas sentido…
Pero lo mío me ha costado. (Ríe)
-Bueno, te lo has ganado ese respeto. ¿Qué piensas de que te llamen el “Maestro Ripo” o el “Beato Ripo”, he llegado a oír.
A mí, me da igual.
– Y eso, ¿De dónde viene? Porque, no es de ahora que con 90 años, te llamen así.
Eso se culmina porque es todo un proceso. Todo un proceso. Es por la manera de vivir. Ahora me da mucha gracia que en las entrevistas me preguntan, me dicen bastante: «Es que es su filosofía de vida». Y yo les digo siempre,
Mi filosofía, a mi manera. Es una manera de vivir mía pero no es de ahora. La vida yo la he ido haciendo siempre así.
Con todo lo que has creado, es todo un universo. Y sigues siendo esa persona que está aquí con las cabras.
En el mundo del arte, yo no he hecho más que vivir mi vida. De pequeñito íbamos apedazados, esto se llamaban pedazos; porque no había dinerito, no había ropa y entonces, lo aprovechaban todo. Entonces, yo lo único que he hecho ha sido ponerme los pegotes que llevaba de niño. Y ahora que soy mayor, me sigo poniendo los pegotes.
A mi manera, puedo vivir en el lugar del mundo que yo quiera.
Cojo el globo terráqueo y pongo el dedo “aquí” y digo, “ahí voy a vivir”. Pero, ahí está el Malí, es el desierto. Pues, no me importa, yo tengo sitio allí para vivir. Yo me voy a trabajar allí, porque a mi trabajo le pongo una etiqueta y va al sitio. Y, lo puedo hacer dónde quiera. Dónde quiera del mundo, me voy allá a vivir. No sé ni una palabra china. No hago ningún esfuerzo.
-Tienes tus traductores allí.
Tengo mi traductora, que es, desde que me levanto hasta que me acuesto. Como un niño pequeñito de pecho que me lleva, todo el día conmigo. A las cuatro de la mañana, a las tres…
-¿Sigues cogiendo la furgoneta y te vas solo por el mundo?
¿A dónde? A China, no, a China, no.
-A Holanda, por ejemplo.
Sí, dónde yo pueda defenderme, claro.
-Te coges la “furgo” y ya está.
Yo te cargo a ti mañana y decimos:” Nos vamos a Venecia”. Y nos vamos a Venecia. (Ríe)
– Y conduces, tal cual y a dormir en la furgoneta, porque me ha llegado que te dicen: “Ripo, párate en un hostal, no duermas en la furgoneta”. Y, tú “cabut”, cabezota.
(Ríe)
Vivo a mi manera. Ha habido veces que he querido dormir en el furgón, porque llevo la “furgona”. Y viene, mi ayudante. Él ha ido a un hotel de estrellas y me ha dicho, ven. Y le he dicho, yo me voy a dormir a la “furgona”. Voy a llevarme la furgoneta allí al parque porque, quiero dormir allí en el parque,
¡No quiero dormir dentro del hotel!
Y claro, mi ayudante me dice, hombre Ripo, y, ¿si te pasa algo? Pero, ¿Qué me tiene que pasar? Enseguida viene como a hacerme miedo ¿no? ¿Si te ocurre algo? Pues bueno, alguna vez, sí he estado en la furgoneta y he oído:”Pam, pam, pam”, golpeando en la puerta. Y he dicho, ¿Sí? Y me han contestado. Comment ça va? Según dónde estás. Entonces, me han contestado: La Police. Cuando voy a abrir, me dicen, no, no, no, no. ¿Va bien, todo en orden? Sí, sí, todo bien. Vale. O me han dicho:
Usted de aquí tiene que salir porque esto no es sitio para estacionar. Ah, bueno, pues me voy. Entonces digo, ya me han jodido, no he podido quedarme.
(Ríe)
También ha llegado la hora del almuerzo y hemos quedado para desayunar. Y me dicen, ¿Qué tal? Pues, muy bien, he estado muy bien.
Hombre, Ripo, yo aquí, en el hotel y tú ahí en la furgoneta.
Y digo, hombre, yo aquí tengo la habitación. Sí, sí, claro. Me dice mi ayudante. Pero, le explico que tiene que comprender que yo en la “furgo” estoy más a gusto. No iba a acostarme contigo en tu cama y para no acostarme contigo, me he ido a dormir a la “furgona”. Que yo tenía mi cama. Quería estar, en donde he estado. Se ha acabado. Y, entonces, claro, dicen,
Este tiene sus manías. Bueno, son manías que vivo a mi aire.
Esto ha habido veces que también me ha traído disgustos, el vivir a mi manera, me ha traído también disgustos. Y me han insultado. Me da mucha gracia que también un día, en una conversación, querían demostrar que yo era muy inteligente porque me había creado un marketing magnífico. Mi manera de ser, de vivir, todo. Un tío muy inteligente que se ha creado “una manera”. Y yo, no tenía necesidad de hablar porque, no estaba de acuerdo en nada pero no quería participar en la conversación. Y, había un señor, que era Rudiger, el alemán, que está aquí. Ha sido director de marketing de una multinacional también; y estaban hablando de esto y dijo:
Miren ustedes, se equivocan. Ripo, no tiene ningún marketing, es el marketing que va a Ripo. Marketing, el que le va a Ripo. Ripo no tiene marketing ninguno.
Y ahí participé. Ahí, me tocaron muy directamente y dije:
Miren ustedes, para hacer el idiota, he parecido serlo durante muchos años. O se es idiota de verdad, y entonces ya es natural ser idiota. Porque, si no se es idiota, no hay persona normal que resista la idiotez tantos años de su vida.
Y es verdad, porque mis «disfraces», ahora se ven normales; la gente lo ha asumido y para ahora ser raro, no tendría más que ponerme corbata.
Yo me visto para ponerme corbata y entonces armo la Dios. ¡Armo la de Dios, por dónde vaya!
Pero, ¿Por qué tengo que hacer eso? ¿Para qué, para llamar la atención? ¿Para, que me conozcan? ¿Para que hablen de mí? Ya han hablado de mí bastante. ¿Para qué tengo que seguir haciendo hablar? Que hablen de mi manera, sin esforzarme, en lo natural. No haciendo un esfuerzo. No he hecho ningún esfuerzo por ir como voy por la calle. Ha sido mi manera de ser siempre.
Soy así, no soy de otra manera. Y me han insultado, me han cogido por idiota, me han.., pues lo quieran.
A mí, que me cojan por lo que quieran. El tiempo, ya dará la razón. Y cuando estos “desgraciados” que quieren ser famosos; que no saben qué hacer para ser famosos, y ven un individuo como yo, que llega a ser reconocido por su manera de ser diferente y hacerlo diferente; que lo hagan. Que lo hagan a ver si les da resultado.
Si eres mecánico y no arreglas bien los coches, ya puedes hacer lo que quieras que al final la gente acabará por no llevarte los coches; si los que te llevan, no los resuelves bien. Tendrás que acabar cerrando la puerta.
Pero si el coche que te llevan lo resuelves bien, y el otro y el otro y el otro, pero te equivocas en alguno pero la inmensa mayoría dice, «tú, que no te lo soluciona que no te lo arregla, ves a tal sitio y llega allí y se lo arreglas». Ya puede ser homosexual, bisexual, ya puedes ser lo que quieras; que si eres un buen mecánico, te llevarán el coche a reparar.
Yo digo, en la vida, ¿Tu qué quieres ser, famoso? Y, ¿Qué haces? ¿Quieres ser artista de cine, y famoso? Pues, al cine, vete a hacer cine. Tú te crees que porque te pondrás a hacer cine, ¿te darán una película? ¿Te crees que ya está todo hecho? Pues, no. Pues, no.
Lo que tengas que hacer, hazlo. Y si tienes la suerte de hacerlo bien, irás progresando y si no lo haces bien, pues no progresarás.
El Ripo, de hacer el loco, hacer ver que está loco. Resulta que se ha hecho famoso. ¿Tú qué te crees? Que si el trabajo que he hecho dentro de ciertos lugares del conocimiento, no responde,
¿Tú te crees que porque Ripo hace el loco, es bastante? Pues entonces, ya es muy fácil, mira: Haz el loco, ya lo tienes resuelto. Como verás no es así.
-Y, a parte del trabajo que haga cada uno, el encontrarse con oportunidades y que te ayuden, ¿eso también es importante o como lo ves? Que se te abran puertas, encontrarte personas que te apoyen. A través de una exposición; pero, tienes que valer. Ese es el punto.
Ahí está la cosa. Hay una manera de empezar normalmente que es el entorno de uno. Si uno viene de una familia burguesa, bien acomodada. Tiene unas posibilidades. Si viene de una familia muy desheredada y no pueden darle oportunidades; sí, con los aprecios de la familia, de los amigos pero no llegan más allá.
Por eso es muy importante que a la persona que por las razones que sean, le dan una oportunidad, sepa responder, pueda responder. En intención o por casualidad, que acierta y va subiendo, va subiendo, va subiendo la escalera.
-A base de trabajo.
Si no responde, no. Te pondré un ejemplo, clarillo. He tenido oportunidad de; bueno, ahora ya es muy fácil pero en ciertos momentos de mi vida, tenía la oportunidad alguna vez de llegar a una persona de un reconocimiento, “reconocido”, ¿no? Esto me pasó incluso cuando era aprendiz de pintor de brocha gorda, de niño. Muy distinto pero es lo mismo. Iba a casa del gran maestro. No sé cómo me comportaba. Era como yo, entendía que tenía que comportarme, pues así me comportaba. Y siempre he tenido la siguiente respuesta en la despedida:
Cuando te apetezca, cuando te venga bien, aquí tienes el estudio aquel, puedes venir.
Eso, te llena de alegría pero, a la vez, claro, te cortas porque quisieras volver pero dices: ”No, no, no, este hombre dirá, pero éste, ¿de qué va? Y empieza a pasar el tiempo y al final te olvidas de tener que ir. Y como te pasa el tiempo, entonces piensas: “Ahora voy a ir pero, ahora ha pasado tanto tiempo que cuando vaya dirá: “¿Tú quién eres?” ¿Qué yo te dije que vinieras? Ya no se acordará. Y acabas por no ir. Y has perdido la oportunidad de volver. Pero te han dado la oportunidad. Y en otra ocasión que ha venido la casualidad, que otra familia ha dicho: “Oye, vamos a ver a este”, él me dijo que podía ir a visitarlo. ¿Ah, sí? Hombre, pues ven y pensar: “Como voy acompañado, pues voy.” (Sonríe)
Y he llegado y se ha acordado. Hombre, ¿Cómo es que no has venido? Pues, porque mire usted, tenía vergüenza, la verdad.
Es que tenía vergüenza.
Pues, no hombre, no, yo no te he olvidado. Eso era lo mismo, se me ha repetido y cuando me han abierto una puerta, nunca me la han cerrado, nunca. Por eso a mí me cuesta mucho cerrarla. Pero también llegan momentos que la cierro. “Este, aquí no vuelve.” Porque es un descarado, porque es un atrevido, porque no respeta y porque no sabe.
Porque, sin saber pero con respeto, vuelve siempre que quiera. Pero sin respeto, no.
Y por eso a más de uno le digo: ”Aquí no vuelvas, está bien ya». Todos somos iguales y todos valen lo mismo, no. Pues, no. No es así.
-No hay elegancia.
Cuando yo era pequeñito, que era aprendiz, éramos dos aprendices en el taller y los oficiales; era la época de la escasez y no había tabaco. En aquella época había muchos sitios que vendían tabaco de “extraperlo”, pero claro, no había. Y había un aprendiz que le llamaban Pepito. “Pepito, ves a por tabaco”, ¿Dónde voy? Pues ves a casa de María, a casa de Juliana, si no hay en un sitio te vas al otro. Le habían dicho, María y Juliana y, ¿Qué hacía? Iba a una y no encontraba, se iba a la otra y tampoco encontraba, no había. Y, volvía diciendo que ”no había”.
Entonces, alguien decía, sí que hay, allí en “Tir de Colom”, donde está la “Taberna de Ñoles”, que pregunte por la “Taberna de Ñoles” y en la casa de al lado, venden tabaco también. Y otra vez, “Pepito, ves allí donde dicen.” Y Pepito, iba y volvía: “No hay”. Entonces, enviaban a “Juanito”, los oficiales, en el mismo trabajo; en otros trabajos estaba “Juanito”. Y me enviaban a por tabaco, ves aquí, ves allá. Y no sé por qué. Es un despabilamiento, no lo sé. Yo iba donde me decían y no había tabaco pero le decía a la mujer: ”Oiga señora, ¿usted me podría decir otro sitio donde vendan?» (Ríe)
Entonces, la señora me decía: Pues, mira hijo, tú te vas a la calle Pelayo. ¿Tú sabes dónde está la calle Pelayo? Te coges la Ronda y te vas hacía el cuartel de los soldados y allí verás una farmacia que hace esquina y por esa calle pregunta por el Esteve.
Entonces iba y preguntaba por un paquete de caldo, que es como se llamaba al tabaco aquel.
(Ríe)
El tabaco se llamaba “caldo”, llevaba un papel amarillo enrollado. El caso es que yo volvía con tabaco. Y otra vez, “Juanito, ves a por tabaco.” Y, a veces, me enviaban a las ocho de la mañana y volvía después de comer. Iba corriendo de un sitio a otro, y al final, llevaba tabaco. (Ríe)
Los oficiales, como no me entretenía en el trabajo, me decían ves al taller y trae tal cosa, pues iba al taller cogía lo que me habían pedido y otra vez al trabajo. Iba, venía, era rápido. En cambio, enviaban a Pepito y se distraía por el camino, jugaba con otros niños a pelota, a fútbol. Un rato. A lo mejor eran 4 y 3 y faltaba uno para ser 4 y 4.
-Y se apuntaba Pepito.
Los niños, estaban jugando y a lo mejor les faltaba uno y al verlo le preguntaban si quería jugar y él decía, pues sí. Pero claro, jugaba con recelo y les decía que se tenía que ir que le estaban esperando pero, ya se había entretenido más tiempo de lo normal. En cambio, yo iba rápido. Los obreros, los trabajadores siempre querían que me enviaran a mí, a Juanito. Y, peleaban por mí, los oficiales para tenerme de aprendiz, y a Pepito lo cogían después de Juanito.
Si podía ser Juanito, Juanito.
(Ríe)
Pues este mismo caso, con el trabajo de pintor de brocha gorda, en el oficio, ha sido en el campo de la cultura. Me ha pasado lo mismo.
Cuando me han abierto una puerta, me la han abierto y no me la han cerrado.
¿Por qué?, no me voy a tirar flores pero, por algo, a mí me han ido abriendo las puertas. Por eso ahora, me dicen, Ripo, lo haces todo demasiado fácil, a la gente, a los profesionales. Pero yo me acuerdo de lo mío, de lo que me ha pasado a mí. Y no puedo ser duro. Tiene que ser un carota para que yo me vea consumado y le diga que no vuelva. Porque ves que te tratan de una manera que te dicen: “Oye dime, a ver, esto, esto, como se hace, como, dime, dime. Y pienso, este, este es un fresco. Yo se lo digo, no tengo secretos. ¿Por qué tengo que tener secretos?
Si tuviéramos secretos, nos estaríamos muriendo en el hospital.
¿Por qué? Pues porque si cuando uno operó por primera vez del corazón; se le murió el primer paciente pero explicó como lo había hecho y el siguiente paciente ya fue mejor y el siguiente y los que siguieron ya fueron mejor, ya duraron más; este médico, no escondió secretos. Él explicaba como se hacía y hoy en día por operar a una persona del corazón, ya no se muere. Este médico, este señor, no se llevó el secreto.
Cuando veo una persona que dice, «los secretos no hay que transmitirlos«, porque son una cosa que a uno le cuesta mucho. Pienso, vaya calidad que tiene éste y que seguridad que tiene de sí mismo. Entonces, ¿Por qué tú le enseñes a alguien lo que sabes hacer, entonces tú ya has perdido? No pierdes nada, ¡hombre!
¿Cómo se llena el conocimiento? Transmitiéndonos los conocimientos de unos a otros. Como estudian.
Por eso, cuando me dicen, “Los secretos no se dicen”, pienso, tú no eres nadie en este mundo. Tú te crees que eres alguien pero no eres nadie porque si no, no tendrías esa inseguridad, ese esconder el conocimiento que tú te crees que tienes. Te crees que tienes más conocimiento del que tienes, punto. Una persona con conocimiento tiene seguridad y transmite lo que sabe. Todos los que tienen grandes conocimientos, lo transmiten. A un amigo, a un familiar, a quién sea. Pero lo transmiten. Y así es como uno vive la vida y si la vives con ilusión, vives más joven.
Yo sigo teniendo muchísima ilusión en ver una “hembra” desnudarse. Desnuda. Y la inmensa mayoría de mi tiempo, ya no tienen ilusión.
¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible, que un hombre? Una cosa es el respeto, pero otra cosa es el secreto. ¿El secreto, no te ilusiona? Y hablé con uno de mi generación y me decía que ya no sentía nada, que no le ilusionaba. ¿Cómo es posible? No lo puedo comprender como se puede perder una ilusión tan importante de la vida. Que un hombre, no tenga ilusión de ver una “hembra”. No lo puedo comprender.
-Tú tienes la suerte de haberte encontrado a ti mismo.
Por eso acabo de pintar ese grabado del brujo, conquistando a la hembra y la defensa del perrito, con las bragas en la boca como diciendo:” A ésta la defiendo yo, eh, no vengas a aprovecharte, a tantearla ahí para aprovecharte de ella.” Aprovéchate de «tú a tú» pero no engañándola. (Risas)
-¿Las braguitas se quedarán colgadas en el cuadro?
Sí, solo le falta pegarlas.
-Forma parte del cuadro.
-Sí.
-¿Son de color verde, verdad?
-Sí, verdes. He hecho tres brujos ya. Bueno, es que las bragas son de verdad. Las que la “hembra” lleva ese día, pues esas pongo. Pero me pasó una cosa, ya verás. Hice un cuadro que la chica, llevaba las bragas negras, después, la otra chica, las llevaba rojas y después, la misma chica, las lleva verdes. Pues, voy un día, y las primeras eran negras y mi “amiguita”, pasa hacia el servicio y ve unas bragas y me dice: “Esas bragas son las mías”. Y le digo, “te equivocas”. De verdad te lo digo, yo estaba parado, ella entró, “hola que tal” y estaba el cuadro con las bragas y al entrar al servicio, las vio, pero es que ni se paró y al salir me dijo,
Esas bragas son las mías. Le dije, te equivocas, esas son las mías.
¿Cómo has conocido que son las tuyas? Pues, porque las he conocido. Y le digo, pues yo, que tanto lo he usado y no recuerdo la matrícula del coche, pero lo veo y digo, ese es mi coche. ¿Qué matrícula? Pues, no lo sé. Pero lo conozco. (Ríe)
El caso es que ella me decía que las bragas eran las suyas y le dije que sí, que era verdad. Pero,
Puse unas bragas rojas y eran de otra mujer. A ver, esas cosas que… Yo soy fiel pero, pero, en fin.
-Tienes recursos, tienes recursos.
Alguna vez tengo “deslices”. Y cogí las bragas y las colgué.
-¿Tu amiga sabe que tienes deslices?
Sí, sí. Por eso yo no he perdido nunca la amistad.
-Porque eres sincero.
Sí.
-Por cierto, ¿Son braguitas o tangas?
Son tanguita. Yo también uso tanga, solo un hilo. No me gustan los otros. Bueno, pues esas eran rojas. Y ahí, yo tuve un desliz. Que además no le hago atención y después pues digo la verdad y me quedo relajado porque he dicho la verdad. No pasa nada. Si no, guardar esa memoria, a mí me cuesta mucho.
Entonces, entró y me dijo:” ¡oye!- y eso que ella tiene también bragas rojas, que se las he visto- y me dice, «oye, esas no son mías«. Y yo, pensé, ¿Cómo es posible? Me ha pillado. Entonces, le dije que sí, que esas no eran de ella, que era verdad. Le pregunté si ella no tenía bragas rojas y me respondió que sí pero que, todas se las había devuelto. ¡Jolines! (Ríe).
Además me preguntó si esas bragas rojas eran usadas a lo que le contesté que sí. La conversación terminó con un “ya hablaremos” que me dijo ella. (Ríe)
-¿Hace mucho tiempo de esto?
Hace poquito.
-Pero, ya está todo en su sitio.
Sí, ya está todo en su sitio. Después, en el momento oportuno me pidió explicaciones y le dije; “Mira, ha sido así.” Y, ¿Qué más pasará? Me preguntó. Pues, le contesté que nada más. Que no iba a pasar nada más. Además está lejísimos. Me dijo que si hubiera estado por el entorno se hubiera asustado más pero, como iba de ave de tránsito.
-Un ave de paso.
Pues, no ha pasado nada más.
-Y la tanguitas verdes, ¿de quién son?
De mi chica de ahora.
-Tu compañera actual.
Sí. Y a veces, vienen o van sin bragas y digo, pues que no se enteren que eso excita mucho. (Risas) Pero sí, cosas que pasan.
-¡Qué vitalidad tienes, Ripo! Es increíble. Hay personas mucho más jóvenes que tú, con 50 años, 60 años, que ya no tienen ese interés.
Porque han perdido ilusión. Pero no han perdido la ilusión de una cosa sola, si no, en general. ¿Tú sabes cómo es una sierra de esas de cortar madera, o hierro, da igual? Una sierra. A medida que se va serrando con ella, va perdiendo los dientes, que es la vida, se va perdiendo la vida de la sierra. En cambio, hay sierra que sierra lo mismo, y sierra durante más tiempo porque tiene acero más bueno.
La persona que, con naturalidad mantiene esa frescura total que tiene la vida con el ser humano, es porque tiene algo, es diferente. Si no, perdería los dientes de la ilusión. Los dientes de la ilusión. Todo gira en torno a la ilusión.
-¿Has fumado alguna vez?
Yo no he fumado nunca en la vida. En cambio, la mujer con sabor a tabaco, me gusta. La mayoría de mujeres con las que he estado, fuman. No me he puesto un cigarro en la boca en la vida. Ya sabes que en el mundo en que me muevo, en el mundo del arte, está lleno de alcohol y drogas. Pues,
Nunca he fumado ni he tomado ningún estimulante de droga. De ningún tipo. Y estoy rodeado de mogollón, el mundo del arte tiene esas cosas, y lo sabes, no todos, pero es lo que hay.
-Y gratis.
Estás rodeado de droga y alcohol. Pues nunca, nunca he tomado drogas ni he fumado. Ni una cosa ni la otra. Nunca.
-Es increíble.
Y cuando he tenido épocas, como una época sobre todo de París. Fue una época, digamos, más débil mía en el sentido de experiencias de la vida. Me fui a París con 21 años. En el año 54. Pues, ¿Sabes lo que hacía cuando estaba en un entorno en el que se fumaba mucho y estaba denso? Pues, me iba. Yo, me iba.
-De esa época, tengo entendido que pintabas con brocha gorda pero que tu pasión por la pintura de cuadros no la podías evitar, entonces, pintabas a escondidas y guardabas los cuadros debajo de la cama. ¿Es verdad?
-Sí, sí, los escondía debajo de la cama. Me hice con cuerda una especie de mallado debajo del colchón, como si fuera una segunda cama por debajo. Una especie de tejido para poner mis papeles, porque no podía pintar en lienzos, no tenía sitio. Esto fue en los principios de llegar a París porque yo me fui peladito, peladito, peladito. Se lo di todo a mi madre. Todo lo que tenía se lo di a mi madre.
Vendí el taller que tenía. Todo. Y se lo di a mi madre. Y me fui sin dinero para llegar a París. Fui con un billete de tren que llegaba hasta Barcelona.
En Barcelona pensaba en buscarme unos días de trabajo y de lo que cobraría, me compraría el billete para llegar a París. Pues, tuve la suerte mientras estaba en la estación; como entonces los trenes, estabas allí y podían venir igual con media hora de retraso o incluso con dos horas de retraso, era lo normal esperar al tren. Pues, mientras me esperaba a que llegara el tren, se acercó una persona aficionada al arte, a la pintura. Y por aquel entonces, aquí no había libros de arte de los impresionistas. Había que traerlos de “extraperlo”. Esta persona me dijo, «cuando vengas de París, tráeme un libro de los impresionistas». «Te doy mil pesetas y cuando vuelvas, me lo das». Claro, cuando oí mil pesetas, pensé: “Ya estoy en París”. (Sonríe)
Pues con ese dinero, en Barcelona, me compré el billete para ir a París. No tuve que estar unos días para trabajar y ganarme el dinero para estar en París. Así me fui a París. El día de Todos los Santos. El día de los muertos. Me fui ese día. Cuando volví, le traje el libro de los impresionistas. Así es como el arte, me llevó a París.
-¿Por qué te fuiste a París? ¿Por qué lo decidiste?
Yo estaba muy bien aquí. Tenía 21 hombres trabajando para mí en Castellón. Tenía una empresa de pintura industrial con 21 hombres trabajando y 3 aprendices. Y ganaba dinero.
Yo soy un inmigrante cultural, no económico. Lo dejé todo y me fui a París.
Y para que te des cuenta, el bagaje cultural que llevaba; como me pasa en algunas entrevistas que me dicen, y usted… Pues, miren ustedes, yo les voy a definir muy bien en pocas palabras el equipaje cultural que yo tenía. Me fui a París y cuando entré en el Museo de Louvre; que entonces los impresionistas, estaban en El Louvre, después los sacaron y llevaron a otros dos museos pero, en principio estaban en El Louvre.
Cuando yo me voy a visitar El Louvre, me encuentro, entrando a la derecha, en el hall, a la derecha, ahí estaba la sala de los impresionistas. Al llegar allí, la primera sala era Van Gogh. Yo sin saber que estaba Van Gogh,
Yo pintaba igual; con el tubo, con la espátula, lo mismo. La misma técnica. Y cuando vi a Van Gogh, pensé: Éste me copia.
Así, con ese bagaje cultural, que yo quería comerme el mundo, llegué a París. Fui un emigrante cultural, no económico. Porque,
Llegué allí y volví a ser obrero, y ganaba menos dinero en París que en Castellón. Estuve 4 años trabajando y nunca pensé volverme.
Decir, me vuelvo otra vez allá y me monto otra vez el taller. No, no. Yo trabajaba, por eso me vino bien porque como solo duermo 4 horas ó 4 horas y media, pues estaba todo el día trabajando y por la noche pintaba y los fines de semana, sábado y domingo, para mí era una maravilla porque tenía mucho más tiempo para pintar. Tenía 2 días enteros más las noches.
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Trabajo y más trabajo, ilusión en seguir los latidos de la vida, de «su vida», su mundo. Ripo, nos ha adentrado a esos recuerdos que le dibujan una sonrisa; también refiere momentos que le producen menos gracia pero en todos y cada uno de ellos está la parte positiva, el aprendizaje y el conocimiento.
Ripo, nos explicará a través de estas páginas de Castellón Diario, como fue su pistoletazo de salida en París, como tuvo que abandonar el hostal donde estaba hospedado; porque descubrieron que su habitación estaba llena de cuadros escondidos. Ripo, también tuvo su época de desánimo en París.
La próxima semana, con Ripollés: Entrevista Íntima al Pintor. Capítulo 4, conoceremos esa parte de su vida.