Con la venia: mismamente anoche, Driss...
…emparejao con Jeannot -y Omar con Jaled- jugaban una partida de bola nueve en la mesa del Vaivén.
Mientras que Alí y yo, bien sentadicos, predecíamos los fallos y acertábamos ocho de cada diez pezuñadas.
Cuando una bola se salía por la tangente y corría hacia la tronera equivocada abundaban las burletas:
-A la prochaine, mon frère!!-
-Tu l’as fait exprès, vraiement??-
-Chez Visualis on ferme pas à midi!!-
Pero las ironías no paraban las risas ni las rondas de quintos. Era una armonía con acento oranés. Preciosa.
Cuando Jeannot logró embocar la bola nueve -per putam casualitatem- se acabó la gerundia, y continuamos la reunita en la esquina izquierda de la barra, recordando las fiestas en Les Andalouses, los puntos calientes de La Corniche d’Oràn y algunas anécdotas de La Caserne que es mejor callar ahora.
Al poco rato se clareó la reunión porque casi todos debían madrugar hoy.
Nos quedamos solos Jeannot y yo, sirotando en paz, riendo olvidos sobre vivos y muertos. Todo bien, todo suave.
Justo entonces, desde la otra punta de la barra, la voz del dueño de una conocida tienda del barrio preguntó:
-Manolo…¿Tú pintas desnudos?-
-Y nada más-
-Tú me tienes que pintar un cuadro-
Se me envaró la nuca.
-Hermano: yo-no-te-ten-go que hacer nada-
Volvió la burra al trigo, pero ya coceando:
-Es que yo quiero que me pintes un desnudo de mi mujer. Y no te preocupes, te pagaré lo que sea-
Se espesó el aire. Se calló hasta el molinillo del café.
Sin bajar del asiento le miré la cara al notas.
-Cúcha tú, rey; este no es el sitio de tratar ese tema.
Y aparte desto, que sepas que si yo pinto a una mujer será porque ella lo quiera y lleguemos a un acuerdo.
Nadie más cuenta en eso. Ni siquiera el pagano-
-El que paga manda-
-Conmigo no. En tu familia no sé-
Junto al quídam, una joven señora soltó un reniego por lo bajini. Estaba claro que era la esposa y no le gustaba la deriva. Piularon entre ellos; tan a raspones que de lejos -sin oírlos- se les entendía la bronquilla. Ella puso el morrete amostazao y le dio una media espalda al maridito. Amohiná estaba, y con motivo.
Él hizo que no le importaba nada en la vida, e insistió:
-Venga, Manolo, dime: ¿Me la pintas o qué?-
-Más bien qué. Tu no decides mi trabajo-
-Yo soy el amo y pago-
-En mi taller no hay dios, ni amo, ni ceneté-
-¿Qué te pasa? ¿Como eres artista te crees mejor que los demás?-
-No me creo artista. Soy artesano. Y déjalo ya-
-Será si quiero-
Jeannot bajó del taburete encobrao, sibilando:
-Ssspèce d’con, sssemec…-
Oportunamente Win, el dueño, nos puso delante unos quintos abiertos, hizo un guiño y masculló:
-Ni caso. Que no os líe. Ahorita le platico-
-Vale Win. Por nosotros tranquilo-
Pero Jeannot aún quería brea:
-Mais..sssagueule…-
-Pas la peine d’l’avoir. Laisse tomber, m’n frère-
Win se acercó a la pareja y le dijo al tipet lo que creyó oportuno y suficiente. El toribio humilló la testuz y sacó chepa. Señal segura de rendición.
Además la señora intervino, se le colgó del brazo al manú, y tironeó hacia la puerta. Total; que se borraron.
Sin embargo, para seguir creyendo que la suya era mas larga, cuando pasaron ante el abierto ventanal, el toribio me soltó:
-¡¡Te pensaba pagar lo que pidieras, que te enteres!!-
Choqué mi quinto con el de Jeannot, sirotamos, y la birra se llevó las tonterías más allá de la otra calle.
Así quedó la cosa anoche. Pero me dice el corazón que esta historia continuará, porque el tontolbolo siempre tiene un ADN bugmerang.
Ya os contaré, si viene al caso.
B-S-R-
Para un sucedido como este buena será una canción difícil de encontrar: El día en que mataron a Anastasia Romanova.
Compuesta y cantada por los hermanos Paul y Barry Ryan.
A mí me la descubrió Don Miguel Ángel Villanueva y Caballero, y nunca se lo agradeceré bastante.
Manolodíaz.