Con la venia: no sé si darte las gracias.
Resulta que un grupo de vejestorios organiza una reunión de exalumnos, y te han pedido que me invites -de sus partes- al evento.
Muy en tu papel de reclutador, y con muy buenas maneras, me comunicas el recadito prometiendo alegres encuentros, feliz estancia y tiernos recuerdos. Has cumplido.
Eso sí, te sorprendes porque no te pregunto si vienes de parte de Maristas, Escolapios, Corazonistas, Ribalta, la Normal, o los Delineantes.
No te extrañes, hermano. Por fortuna para mí, fui expulsado de todos esos centros de enseñanza y aún de otros. O sea que me da igual el grupo convocante.
Además, concurre la circunstancia de que no ignoro como se planean estos reencuentros excolares, y que tópicos se usan para la elección de los asistentes.
A consecuencia destos saberes deduzco que el grupo ha decidido llamar a un ornitorrinco albino -yo, por ejemplo- porque les falta ese cromo en el álbum.
Por tanto no iré. Diles que se busquen otro sparring.
Pero el caso es que has sido amable conmigo. Así que para corresponderte y divertirnos un poco, te diré lo que pasará en la reunión como si hubiera estado allí. Te lo contaré a grosso modo pero sin fallos. Pide dos birras y tate a la güay.
Para empezar, vaticino que el comilupio ya está ajustado en algún gastrocontáiner macrominimalista.
Es verdad que queda un poco apartadico del centro, pero se come déca tégo ría. ¿A qué sí?
No habrá código de vestimenta, pero puedo jurar que se lucirán muchos Pietros dil Fierro, algún SanLauréncio, dos Pañolos y al menos un Burberrys.
Los pantacas oscilarán entre los Chinos grises y los eternos Liváis, que siempre quedan juveniles.
No creo que nadie se atreva a llevar chanclas, pero más de uno calzará Nauticrócs, e incluso se verán un par o dos de mocasines Sebago sacados de la caja de seguridad del olvido.
Desde el párquin a la mesa y desta guisa ataviados, recibiremos -y daremos- abrazotes osunos con repique, saluditos impostaos y sonrisitas sarnositas.
Minutos largos serán estos por la peste mental a Varón Dandy.
Aposentadas ya nuestras ancianas nalgas ante los manteles, nos las veremos -y nos las desearemos- con los entrantes: duras puntas de flecha de duro queso pairal, finísimos cendales de jamonico cortado al microtomo, un shuchi de alacha con algas memorí, y la ensalada de autor ilustrada con manteca colorá, que el óleo va muy caro.
Seguirán dos platos fuertes: media docena de agominolaos langostinicos dos zarzas, y un inexpugnable timbal de arrozazo que se pretende señoritingo.
También de autor, el postre -de un acerbo empalagoso, pero a la moda más güoqui- nos hará añorar aquello que llamaban Pijama en los años cincuenta.
Con los vinos no habrá milagros.
Lo normal es que nos propinen de un Castigo de Liria -o un provincial infernal parecido- para deglutir el condumio.
Pero puede ser mucho más pior: igual el dueño del gastrofigón se preocupa por nuestras digestiones y -por si no segregamos suficientes ácidos estomacales- nos asesta un Ríojíta o un Ríveríta bien frejquitos.
Lo único bueno destos caldos es su efecto cosmético, que tiñe los canos bigotes de los comensales de un carmesí casi indeleble. El resto es SO4H2 según análisis del MIT.
Retirados los restos de la batalla plateril, y mientras capeamos regüeldos, aparecerán los carajillos de Negerita, los cremaets de pipí de bueyes de Nepal -los famosos Yaks Dan Hiel- y los Chinchintóniss antihepáticos.
Tras el primer brindis con estos bebedizos sobrevendrá la sobremesa con sus pláticas venenosas.
De arranque vamos a oír lo felices que nos debemos sentir por estar juntos todavía, ahora que todo está tan mal y nada es como en nuestra época, en la que no teníamos maldad y había respeto.
Ya te advierto que este momento lo usaré para ir a escuchar un alegre cascabeleo. El de mi orina sobre la loza del mingitorio. Si me acompañas prometo regalarte medio blister de Almax.
De vuelta a la mesa alcanzaremos a oír el treno por los ausentes, los cuales -según costumbre- serán alabados unos diez minutos y desollados durante media horita larga.
Acto seguido vendrá una catarata de insultos -disfrazados de anécdotas lectivas- para avivar viejas rencillas personales y poner de mala leche a más de uno.
No descartes que se rompan las hostilidades en esta etapa, tan cruda ella como las novatadas que se recordarán.
Para suavizar los ánimos encargaremos otra ronda de copones y beberemos. Así callaremos un poco.
Aunque ya te digo no será tan fácil volver a la calma. Mucho menos quedando aún por tocar los episodios machiruleros, los viejos amores a tres bandas, el robo de novias, las bodas de penalti, ĺos divorcios a caraperro y aquellos cuernos que nunca se pudieron probar pero todos sospechamos.
Nos zambulliremos en el tema a morroprieto, volverá la burra al trigo, y nosotros al mosqueo.
A su tiempo los más prudentes, o menos privosos, llamarán al orden y harán derivar la conversa hacia nuestros descendientes y sus virtudes.
Buscando la paz y el contento, un cálido coro entonará que todos nuestros ninios son unos craks. Sin señalar mucho.
Pero perorará un solista destacón, que mentirá con descaro sobre sus tres Einstenes domésticos y nos dará la turra.
En compensación oiremos por lo bajini lo de: este tiene un hijo sieso, el otro va de muñeco, y el pequeño -y más gallardo- ejerce en Alcalá Meco.
Por acallar al solisto, y ponernos de acuerdo en algo, pediremos otro pase de copas, y aprovecharemos para decir del reggetón lo mismo que decían nuestros viejos del rocanrroll.
Ya verás como en esto sí hay consenso.
Cuando languidezcan los ardores musicales de los pulpos roqueros, tocaremos la sección arcoíris. Esa que consiste en una porfía sobre pastillas:
-Mi médico -qués de pago él, pero es una eminéensia- me ha hecho unas verdes que son más buenas pa la próstata que esas amarillas que usas tú todavía.-
-Yuna mierda que te comas-
-Tú que sabrás, si eres de pueblo…-
-Yo de pueblo, y tú de masía-
Como a estas altura ya no quedarán prudentes, terciaran los cansados:
-¡No os amotinéis vosotros dos, coño!
-Eso, eso, parando el carro, que ya es hora del retiro…-
-Habrá que aforar la dolorosa…-
-Ya se encarga Pepón deso. Luego nos dirá la parte y le hacemos un Bizum cada uno-
-Yo te doy mi pasta a tí y se lo haces tu, que no me aclaro con el Bizum de los cojones-
-Vale, troglodita…-
-Pero con un par que no me caben en la cueva-
-Qué cojonúo quéres…-
Junto a la abultada cuenta vendrá, por cuenta de la casa, una bandejada de chupitos con pócimas limonchelas. Y allí será el último brindis, con sus: bueno, no estuvo nada mal… el año que viene tendríamos que ver si… ya te llamo… da recuerdos en casa…
Camino del párquin, entre despedidas de segúnycómo, se oirá la inevitable llamada del pagano machote.
Alguien silbará las primeras notas de la famosa isa canaria.
Otro alguien canturreará: Pál meéro véteá láspál más, yelí geén lás pálmerí tás…
Y en este momento los viejatas más extercolares afilarán sus tarjetas de crédito, al objeto de visitar una conocida plantación de arecáceas. Te aseguro que los indinos no serán menos de tres.
Y hasta aquí llegará la riada, hermanico.
Si crees que exagero te reto a que grabes el audio en tu móvil, y nos juntemos a repasar los vociferios cuando lo tengas a bien.
Te juego una caja de Mauro a que no falta ningún episodio.
Y te agradezco este rato.
B.S.R.
Con tanto macho viejo en la historieta de hoy, creo que viene al pelo escuchar a Gino Vanelli cantando Mamma Cocó.
Manolodíaz.