Nada que reprochar a la clasificación para la final de la Copa de Su Majestad el Rey de la Real Sociedad de San Sebastián pero el fútbol sigue teniendo la vergüenza entera, sin estrenar. Pocos minutos de partido tuvimos que presenciar para ver como el colegiado pitaba reiteradas faltas, la mayoría ni lo fueron, al...
Nada que reprochar a la clasificación para la final de la Copa de Su Majestad el Rey de la Real Sociedad de San Sebastián pero el fútbol sigue teniendo la vergüenza entera, sin estrenar.
Pocos minutos de partido tuvimos que presenciar para ver como el colegiado pitaba reiteradas faltas, la mayoría ni lo fueron, al CD Mirandés y pronto mostró la primera tarjeta amarilla del encuentro, para que los jugadores rojillos lo tuvieran claro, al lateral del Mirandés, González, por una entrada, de esta sí estoy completamente seguro, que no fue falta.
D.José María Sánchez Martínez llevaba la lección muy bien aprendida y sabía cómo garantizarse una “temporadita” más en Primera División. Al murciano de Lorca se le vio el plumero hasta en la jugada del penalti, que lo fue, ya que casi lo pita antes de que el balón tocara en la mano de Malsa.
En el otro lado, permitió que Matheus recibiera, en 94 minutos, más patadas que en toda la temporada.
Y ni se te ocurra protestar si quieres conseguir la permanencia en la categoría, por estas tierras tenemos experiencia de eso en “las carnes” del Villarreal CF.
Reitero que no quiero restar ningún mérito a la clasificación de la Real Sociedad pero el fútbol debiera usar un poco de esa vergüenza que tiene entera, sin estrenar, como ya he dicho al principio, y no sonrojarnos sin necesidad. Digo sin necesidad porque seguramente la Real no necesitaba de «ayuditas» para estar en Sevilla.
Enorme, histórico e inolvidable este Mirandés. Fue fiel a su estilo hasta el final y solo la falta de acierto en el remate ante el portero privó a los rojillos de complicar un poco la existencia a los txuri-urdin y de hacer largo y sufrido el esfuerzo donostiarra como había planeado Andoni Iraola.
No hay nada que lamentar, sí mucho que celebrar. El orgullo “rojillo” está intacto, se ha hecho historia de nuevo ocho años después y ya nunca más el CD Mirandés será mirado como un “segundón”. El equipo y su afición han dado otra enorme lección de pundonor, juego y deportividad que el fútbol no olvidará nunca.