Con la venia: Hemos sufrido una semana de pijamita franeloso y batamanta. Salud, y mejor tiempo, os deseo para días próximos.
V.
Me entero de que Juliette la Tormentosa nos visitará ya mismo, y repaso los armarios para ver de cuanta ropa de abrigo dispongo. Un conteo rápido de prendas equivale a diecinueve osos polares talluditos. Poco me parece con lo friolero que ahora soy.
Varias vidas atrás anduve, en mi Grao de mi alma, tramitando los petroleros que operaban en la Plataforma de Carga. Entonces incluso en los inviernos más crudos, cuando tocaba salir de puntas con la lancha de Consulmar en horas de fondonoche, me bastaba con los liváis, una camiseta y un quiebravientos liviano. Aguantaba lo que viniera.
Ahora se me crispa el perineo, y sus adláteres, solo con ver una publicidad de frigoríficos, o alguna foto del ExDuque esquiando en Baqueira. Sic transit etcétera.
S.
En el aquelarrito sabatino, pitifluxes sin tasa y lectura del acta de la semana anterior. Son horas estupendas de copas, risas, y comentos tan sabrosos que no los reproduciré aquí, porque si bueno fue hacerlos en su momento, mejor es callarlos ahora.
El género que se muestra hoy en el Merpes parece Babilonia en ruinas, y en alguna que otra parada atufan los momificantes Polvos de Malacoco, que el pescado no los aguanta ni yo tampoco.
Se supone que son conservantes y tienen autorización de uso. Pero habría que medir las cantidades, y no ser tan generosos en su riego. La pituitaria feliz anima a gastar. Ya deberían saberlo, señores.
D.
Temo que se hielen las planticas del jardín y, para defenderlas de los grados negativos, me juego el bigote instalando sobre ellas un tenderete de fortuna. Y fortuna tengo de no escoñetarme. Con la escalerilla cojitranca, los listones astillados y la loneta escurridiza, corro más peligros de los que merece un anciano como yo.
De todas maneras, al montar y trimar el perigallo, me llevo unos cuantos raspones y un pinchazo. No derivan en sangrapio; apenas derramo un par de rojas gotas. Espero que la Picardía se haya dado cuenta de mi sacrificio, y se decida por fin a prender y medrar y florecer.
L.
Camino tarareando un aria de Don Carlo y coincido, sin casualidad, con persona otrora muy cercana y hoy muy distante. Me dedica un epíteto relacionado con mi posesión de astas frontales. Asiento sin discutir, que no es cosa de armar el zipizape en la vía pública por un quítame allá esos cuernos.
Ya en la intimidad de mi jardín nautico, reflexiono sobre el insultito recibido, que encuentro decepcionante por su bajo nivel creativo. Creo merecer algo más contundente, y mucho más elaborado. Así que pergeño un cuarteto que entiendo acorde con el caso. Véase:
Cornudo, cornalón, cornicantano,
hijo de cabra, con cuernos por laureles,
ni por sol ni helor ni lluvia veles,
pues te tapan tus astas hasta el ano.
Dejo estos versos magnánimos a disposición de cuantos quieran usarlos. No pediré derechos de autor hasta que complete el soneto. Allá por las calendas griegas.
M.
Un sol crudo templa la mañana, y hago los mandaos de la Cente con ritmo y alegría. Cometo una parada técnica en La Sufrida, por rehidratar, y la pantallona del bar vomita otro caso de mangazo. Como cada semana en tiempo de urnas.
Parece ser que Un Tito y sus Sobrinazos, aliados con un Espadón Rijoso, les han levantado la plata a unos cuantos Primos, desos que creen en milagros de aligere burocrático llevados a cabo por Personas Influyentes.
Pero el meollo de la noticia que recibo no se centra en los dineros. Esta vez el tema cae del lado venéreo, con mucha constancia fotográfica. En definitiva; son casi los mismos panzones de siempre, en ropa interior, levantando copas, esnifando farlopa, y abrazando escorts. Menos mal que esta vez los no enseñan sus humildes güevecillos, como en la Chanson de Roldán, desgraciado episodio que todos decimos no recordar.
El de Hita ya comentaba, en el siglo XIV, que por dos cosas se mueve el mundo, la primera por haber mantenenza, la segunda por folgar con dueña placentera. Pero mira tú que cosas, oyes; seguimos descubriendo la pólvora, el Mediterráneo y la sopa de ajo. Así, de golpe, cada mañana de la vida misma.
¡ Qué profundo aburrimierdo !
X.
Me entero de que el científico ciudadano Thomas Ashcraft, ha captado el sonido de una ráfaga solar de plasma caliente, que se estrelló contra la Tierra el pasado 17 de febrero, sobre el Cono Sur Americano.
Como me chirrían dos denominaciones, con un poco de sorna le pregunto al Tío Gú si hay científicos apátridas, y me chafa la guitarra. El primero que cita es Einstein, que no fue ciudadano entre 1896 y 1901. Busco más y me dice que, el asunto de la Ciencia Ciudadana de marras es un proyecto de integración, donde el estudioso le pone deberes al aficionado, y algún laurel si no queda otro remedio. Qué güays.
También consulto al Joío Sabelotodo sobre el plasma helado, que no me suena de ná, e inserta de inmediato un anuncio a pantalla completa de Helados Pepe, Sociedad Limitadísima. Luego me informa sobre unas tiritas alemanas de alta tecnología, que no se adecúan al tema. Qué bonico el Tío Gú.
Pero mi curiosidad es legendaria a la par que atrevida, así que paso a escuchar el minuto con trece segundos de audio. La experiencia no resulta ser cercana a las Tormentas que compusieran Vivaldi o Ludwing Van. Ni de lejos.
Descubro con horror que, en verdad, no me hacía falta oir la grabación; ya conocía el tal sonido. Es exactamente el mismo ruido crepitante que produce, cuando intenta pensar, uno de mis múltiples cuñados, líder indiscutible de la sección de Zurullos Acufénicos.
J.
Hay en el Merpes hay almejas variadas. No me explico tal maravilla hasta que caigo en que es jueves. El mejor día para comprar fresco.
Mercar hoy no está al alcance de mi bolsillo, pero disfruto nombrando las especies y recordando platos magníficos de consecuencias extraordinarias. Será por ello que me viene a la memoria el poema de Verlaine, en el que asocia las conchas con las prendas hermosas de su amante. En traducción libérrima os lo dejo a continuación.
Cada concha incrustada
en la gruta en la que nos amamos
actúa como un pequeño espejo.
Esta, se viste de la púrpura
que robó a nuestra sangre
mientras yo ardía y tú te inflamabas.
Aquella, copia tu pálida dejadez
cuando te mirabas en mis ojos burlones.
La hay que imita la gracia
de tu oreja, y otra rima con tu nuca rosada.
Pero una, entre todas, me perturba y enloquece.
B.S.R.
Buscad en el Yutús a Tony Dallara cantando Come Prima.
Manolodíaz