Vivimos en Castellón, qué desesperación, los bares cierran todos muy temprano

Vivimos en Castellón, qué desesperación, los bares cierran todos muy temprano

Más allá de la mítica canción de Tom Bombadil, en las últimas dos décadas, "Vivimos en el Antropoceno".

 

Este término ha ganado relevancia en múltiples espacios: prensa, documentales, podcast y debates  científicos. No solo es un concepto que ha captado la atención de las ciencias, sino que también ha abierto un diálogo con otras disciplinas especialmente las ciencias sociales. Pero ¿qué significa exactamente el Antropoceno y por qué ha generado tan polémico  debate?

El término proviene del griego anthropos, que significa «humano», y cene, que hace referencia a «nuevo» o «reciente». A simple vista, sugiere la idea de una nueva era geológica marcada por el impacto de la actividad del hombre sobre el planeta. Sin embargo, lo que ha sorprendido a muchos es que este concepto no fue propuesto inicialmente por la comunidad geológica, sino por el químico atmosférico Paul Crutzen en el año 2000, quien utilizó el término de manera “espontánea” para describir el considerable impacto humano en la Tierra.

Para la geología, la disciplina que tradicionalmente se encarga de definir las eras y épocas en la historia de la Tierra, seguimos viviendo en el Holoceno, la época que comenzó al final de la última glaciación, alrededor del año 9700 a.C. El Holoceno se ha caracterizado por un clima relativamente estable, el cual ha permitido el desarrollo de la vida y la civilización humana tal como la conocemos hoy en día.

Entonces, ¿por qué llamar a este periodo en el que estamos viviendo Antropoceno? ¿Es solo una cuestión semántica o tiene implicaciones reales? Para algunos expertos, cambiar el nombre de la época en la que vivimos no es una simple formalidad. Reconocer oficialmente que estamos en el Antropoceno implicaría reconocer el profundo y  sin precedentes  dramático impacto  que los seres humanos han tenido en los ecosistemas marinos, terrestres y  diversas alteraciones a nivel local y mundial,  que abordaremos en próximos artículos.

El principal reto para aceptar oficialmente el Antropoceno no está relacionado con negar la influencia humana en el planeta, sino con la dificultad de los especialistas en establecer cuándo comenzó este nuevo periodo. No voy a entrar en los debates y discusiones  de la comunidad científica sobre el momento exacto que marcaría el inicio del Antropoceno, porque considero que es una cuestión de forma y el fondo de la cuestión  interesa mucho más y no es otro que la infinidad de  cambios que estamos observando en la vida, la atmósfera, los ecosistemas y el clima en el planeta Tierra.  

¿Y por qué es importante definir esta Nueva Era?

Definir el Antropoceno no es solo un ejercicio académico, sino que tiene implicaciones prácticas. En algunos círculos se argumenta que reconocer esta nueva época debería  tener repercusiones legales y políticas ya que, actualmente,  el panorama geopolítico internacional no aboga por  trabajar en mantener un mundo mejor, tal como nos recordó Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política, en su excelente ponencia: Siglo 21: ¿valor o precio? La utopía de una sola humanidad, que hizo este verano en el Teatro de Benicàssim.

Además, diversos investigadores mostraron cómo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, todos los indicadores clave —consumo de recursos primarios, uso de energía, crecimiento demográfico, actividad económica y deterioro de la biosfera— han aumentado de forma exponencial. Este fenómeno fue denominado «la gran aceleración». Todas estas tendencias han sido calificadas últimamente por la comunidad científica como «insostenibles».

Estamos viviendo la gran aceleración de la que hablan  entre otros,  los científicos John Rockström y Will Steffen quienes, junto a un equipo del Centro de Resiliencia de Estocolmo, elaboraron una lista de nueve límites planetarios que sería extremadamente peligroso sobrepasar. Hoy sabemos que, desafortunadamente, ya hemos cruzado cinco de esos umbrales: el cambio climático, la alteración de la cobertura vegetal, la erosión de la biodiversidad (conocida como la sexta extinción masiva), y la alteración de los ciclos biogeoquímicos, con un enfoque particular en los ciclos del fósforo y el nitrógeno.

Evidentemente la mala noticia es que ya hemos sobrepasado 5 de los 9 límites que tiene el planeta. La buena noticia es que depende de nosotros no sobrepasar el resto y poder así contribuir a que el planeta y su vida tal cual la entendemos, siga siendo como lo ha sido durante miles de años.

¿Estamos ante el fin de la abundancia?  Expresión que utilizó Macron para referirse al problema de la falta de agua dulce en Francia y que se podría extrapolar a diversos recursos naturales finitos  tales como el cromo, el cobalto, el cobre, el grafito, el plomo, el litio, helio, fósforo, carbón, el níquel, el zinc o las conocidas como tierras raras… sin olvidar un  pilar  de la expansión del “modo de vida globalizado occidental “, el petróleo. 

El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de los océanos, de  nuestro mar Mediterráneo, sí, sí, aquí también, y la alteración de los ciclos biogeoquímicos son solo algunos de los efectos muy visibles de la actividad humana. Si el Holoceno se vivió como el período de estabilidad climática que permitió a las sociedades humanas prosperar, el Antropoceno aparenta  ser el tiempo en que nuestra presencia y modo de vida altere de manera irreversible el equilibrio de la Tierra.

¿Estamos ante un evidente sesgo cognitivo de normalidad o efecto avestruz generalizado o una negativa colectiva a ver la realidad?

Tal y como detalla la UNESCO: “¿Por qué nos negamos a ver la situación real? Entre otras, por las siguientes razones: la fe ciega en el progreso y el desarrollo, esto es, en un sistema que aumenta sin cesar la cantidad de riquezas disponibles; la creencia en la capacidad de la ciencia y la tecnología para resolver cualquier problema y todo fenómeno atribuido a causas externas, por ejemplo la contaminación; la existencia de poderosos intereses que sacan provecho de esta dinámica y ejercen presiones intensas; y la colonización de la mentalidad de los consumidores por parte de los medios informativos, que provocan un ansia de consumo individual para obtener comodidades (…).”

“También sorprenden mucho la lentitud y el apocamiento de las reacciones de los dirigentes políticos y las sociedades en general. Un análisis de referencias académicas nos muestra que desde principios del decenio de 1990 ya existía un consenso sobre el cambio climático en los artículos científicos dedicados a este tema, incluso los informes del Club de Roma datan del 1972 . Por eso, y teniendo en cuenta el agravamiento de la situación, no se acierta a comprender por qué son tan poco audaces y eficaces los esfuerzos realizados para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Qué obstáculos impiden que las negociaciones internacionales sean más eficaces?

Dejando aparte la intencionalidad de esos “obstáculos», no cabe duda que en lo referente al cambio climático por lo menos la comunicación entre el mundo de la ciencia y la sociedad carece de fluidez. De ahí que el IPCC haya adoptado un nuevo enfoque en su VI Informe de Evaluación (IE6) para sensibilizar a los ciudadanos, y no exclusivamente a los encargados  de tomar decisiones”.

Lo que está claro es que, más allá de las disputas terminológicas, debates científicos y pasividad  internacional  gubernamental, la humanidad se enfrenta a desafíos sin precedentes.

El reconocimiento del Antropoceno puede ser una forma de comprender mejor nuestra relación con la Tierra y nuestras responsabilidades para con ella y la vida.

El Antropoceno, más que un término científico, se puede interpretar  como  una llamada a la acción: un recordatorio de que, en esta nueva era, los seres humanos no solo habitamos el planeta, sino que lo transformamos de maneras profundas y duraderas,  pues lo que es innegable es que, se llame como se llame, la huella humana en el planeta es evidente y es necesario reformular  la sostenibilidad bien entendida.

P.D. Me gustaría terminar recomendando algunos documentales y películas que acompañan  y detallan de una  forma más visual  y poética  todo lo descrito anteriormente tales como: HOME, Don’t Look Up, HUMAN, OCEANS, Baraka, Before the flood, Planet Earth,The 11th Hour, Think Global act rural, Los límites de nuestro Planeta una mirada científica, Comprar tirar comprar y Breaking Boundaries: The Science of Our Planet o la clásica A Plastic Ocean, Chasing Coral, Mission Blue, o  David Attenborough: una vida en nuestro planeta.

P.D.2- En el texto he usado hipervínculos, texto subrayado que se clica para ampliar información fidedigna o de las fuentes consultadas.

Dionis Montesinos, Bombero Helitransportado de Generalitat y estudiante de Psicología.