
En aquel monte Olimpo donde se reunían los dioses griegos, hay un espacio para la cultura y en él encontramos el “raconet dels sabuts de Castelló.”
Hace pocos días nos dejó Salvador Bellés. Como creyente que soy, estoy convencido de que surca con el “humo de sus barcos” por la inmensidad del cielo eterno. Nos dejó físicamente, pero no en nuestra mente, ni en nuestro corazón, ni en la historia de nuestra ciudad de la que durante toda su vida fue un referente cultural.
De todas sus “andanzas y realizaciones” nos han hablado sobrada y magistralmente Herme Cerezo, José Juan Sidro, Ximo Gorriz, en este medio nuestra directora Pepa Sanz y algunos más. Incluso de una forma más discreta yo mismo, no hace mucho tiempo, en un artículo que titulaba “Pòquer d’asos, manifacers dels bons, castelloneros de bé”
Esta vez no hablaré de su vida, ni tan siquiera de la que durante años compartimos mano a mano en el mismo despacho, en los mismos actos culturales y de la que siempre estaré orgullosamente agradecido.
En estas breves líneas, lo haré si encuentro la fuerza y lucidez suficiente y con el estilo que el intento enseñarme, de la esencia de la persona.
Asumió el reto de la vida con convicción, que no es lo mismo que ambición mal sana. Se preocupó en estructurar un proyecto vital con la base, para el fundamental, de la familia. Al mismo tiempo un proyecto que tuviera su razón de ser en su propia evolución y en la de todos los que le rodearon. Desde sus múltiples etapas y trabajos, siempre gustó de aprender y de darle un plus añadido, un sentido que superara lo meramente laboral. Y así lo hizo ver y vivir, no solo a los suyos sino a todo aquel que por diferentes razones se le acercó.
Su erudición, adecuadamente construida con un importante esfuerzo personal, superó sus propias expectativas y así lo pudimos disfrutar los que leímos sus escritos o escuchamos sus palabras.
Y viene aquí a colación, la ingente fuerza de voluntad que también adornó sus cualidades. Escuchó con atención a los que más sabían, bebió de la literatura y de los ensayos con avidez y fue poco a poco colmatando su pozo de sabiduría. Y no tuvo inconveniente en dedicar (invertir) el tiempo que hiciera falta para que así ocurriera.
Trabajo, responsabilidad y compromiso con la sociedad, las instituciones y la realidad cultural de un pueblo que amó con toda su alma.
Y generosidad, grandes dosis de generosidad. Todo aquel saber adquirido, no lo reservo para sí mismo, lo compartió generosamente, sin ningún problema, ni condición. Completaba las conversaciones, instruía a los compradores de libros con los detalles importantes de la lectura que buscaban y contagiaba el castellonerismo, la pasión por la cultura y el saber a los que como él, también querían aprender. En definitiva, supo y quiso compartir su capacidad y conocimiento.
Y como era tónica de la casa con un plus añadido, a la llamada de la sociedad castellonense, siempre contestaba con un sí.
Uno de los cientos de eventos y actividades en los que participó nos servirá de ejemplo. En su juventud y ya fruto de sus cualidades de gran comunicador, fue invitado a ser el primer presentador de la Proclamación de la Reina de las fiestas en el Teatro Principal. Ya en su madurez, décadas después, fue requerido por el alcalde José Luis Gimeno para desempeñar un papel reservado en aquella época a las más importantes autoridades sociales e intelectuales, “Galantejador” de la Reina de las fiestas en la Galània del 2007. Habían pasado los años, había adquirido un alto nivel socio-cultural y seguía colaborando con la ciudad.
Su discreción no estaba relacionada con la parquedad de palabra, era una persona extrovertida y locuaz, su discreción estaba relacionada con el respeto a las personas y sus aportaciones. Sabía perfectamente cuál era su espacio y así lo demostraba permanentemente.
Implicación, con la fiesta, la literatura, el deporte, el arte, la cultura y con su ciudad. Enriqueció durante décadas el panorama cultural y musical permitiéndonos, entre otras muchas cosas, disfrutar de los intérpretes más cotizados del panorama nacional e internacional, pero además y ese era su compromiso, ejerciendo de “palanca de lanzamiento” de muchos de los grupos musicales locales y provinciales.
El excepcional conocimiento de la gente, sus costumbres y sus necesidades, así como el hecho de convivir en primera persona con las principales personalidades de la cultura, la educación y la ciencia “els sabuts”, hizo que pudiera actuar como ellos y también como la mayoría de ellos, ofrecerlo al pueblo de Castellón en particular y a la cultura en general.
Salvador Bellés, los conoció, los escuchó, los admiró, les ayudó, los potenció, y de ellos aprendió.
Gracias a sus múltiples publicaciones, que es donde se mide el rango y valor de la intelectualidad, podemos apreciar y conocer las vidas de los principales referentes de la sociedad castellonense durante más de medio siglo.
El insigne “il·lustrat del poble” Bellés, por ellos así conocido, se ganó por mérito propio y como uno de los referentes de la cultura local, una silla en la mesa “dels Sabuts de Castelló”, en el “raconet” que tienen reservado en el Olimpo de los dioses.
Miguel Ángel Mulet i Taló.